Curiosamente, el resultado es inverso al esperado: es una de las peores. Frases redundantes, almibaradas, cortesías de parroquia, todo lo engolado, cursi, de adjetivación saturada, un ejercicio de la lengua con ambiciones doctorales, que hacen del comentario de futbol una ascésis de oratoria. La antiguas clases de declamación y elocuencia deben haber sido exigencias de las escuelas de locución de otras épocas. Podríamos pensar entonces que nos trasladamos a otros tiempos, a la década del cincuenta, y soñamos o viajamos en una nueva barca melancólica de las que nos ofrece la radio. Pero es posible que no sea así. Ni Panzeri, n Ardigó, ni Fioravanti, ni Veiga, oficiaban de letrados. En Continental, el más sobrio en este aspecto es Victor Hugo, quien presumiblemente se permite cierta parquedad que no permite a sus colegas y subordinados. Cada uno con su estilo. Román es el mejor alumno, el Turco Wehbe aporta su tonada cordobesa olvidándose el humor de la docta, y, si bien los cuentos cordobeses son bastante hartantes, un cordobés no chistoso es más pesado que un cordobés chistoso. No hace falta aclarar, espero, que mi mejor amigo es cordobés. Termino con unas palabras sobre Apo, no muchas. Es el condensador del tedio ya que le inyecta sentimentalismo, lecturas obvias y, fundamentalmente, mucha pesadez. A pesar de esto, consigue uno de los mejores logros del programa, con su sketch de profesor malvado que aplaza a sus aplicados alumnos. La línea política del programa es antigrondoniana y antitelevisiva. La alianza de Grondona y la televisión es para Victor Hugo la debacle del futbol argentino. Desde mi punto de vista, sucede lo contrario. El futbol hoy no es sólo un deporte barrial, ni siquiera nacional, sino mundial. Vemos de todo y a casi todos. Factura miles de millones de dólares, no decenas ni cientos sino miles. Los campeonatos son locales, provinciales, regionales, nacionales, continentales, intercontinentales, olímpicos, mundiales. Compiten profesionales en los mundiales sub 23, sub 20, sub 17 ( no hablo del futbol de mujeres porque eso no es futbol) . El sueño del pibe de Cambaceres es progresivo, jugar en primera, ir a un club grande, luego a Europa, ser Messi o Tévez. Lo que significa fama y dinero. El cronista que va a una escuela de periodismo sueña con su diploma en la mano, ser una estrella de televisión y ganar buen dinero. Los técnicos lo mismo, y los relatores también. Todo esto no lo financian los socios del club, que ya casi no aportan ni existen, sino las marcas mundiales que se muestran en las pantallas, en los paneles de las canchas, en las camisetas, en los avisos que publicitan los mismos comentaristas y, próximamente, en las tarjetas amarillas y rojas de los árbitros. Igual nos gusta el futbol: no sabemos quien puede ganar, siempre hay sorpresas, y la belleza del juego no se pierde. Pasa lo mismo con la industria del espectáculo. El hecho de que sea un negocio no nos impide ir a cine ni comprar cidís de música. No por eso somos monos con pochoclo ni alienados de tribuna. Aún podemos discriminar y denunciar los aspectos espúrios de ese mundo como de otros sin necesidad de bañarnos en agua bendita. Basta ver las tribunas vacías, los vestuarios descascarados, las monedas que apenas cobran cientos de jugadores, para darnos cuenta del estado del futbol fuera del circuito comercial. De ahí que no se entienda bien la crítica permanente que desde el programa hacen a la televisión, que le den tanta importancia a la demora de diez minutos que a veces se da en el comienzo de los partidos por razones de trasmisión, en suma, la minucia repetida y un endeble desenmascaramiento de la política en el deporte. Respecto de Grondona, es un patrón de estancia más en la distribución de poderes en la Argentina, quien gracias a las transferencias al exterior de nuestros jugadores, la prioridad dada a la selección argentina, la suerte de que Maradona sea argentino y su posición de dirigente en la FIFA, hace que el futbol argentino sea bien valorado en el mundo. Buenos jugadores hemos tenido siempre, consideración internacional, desde principios de los ochenta. Creo que a la barra de Victor Hugo no les gusta mucho el futbol, preferirían conducir y trabajar en otros programas, de música clásica, de historia de la literatura, de análisis político, etc. Termino con radio Rivadavia. Ellos sí son la tradición, aún cuando se hayan asociado con ESPN. Conducido por Enrique Sacco, son la simplicidad. Herederos de la vieja Oral Deportiva, llevada a su cúspide por el Gordo Muñoz, tienen el estilo informativo. Escucharlos es como leer la arqueológica revista Alumni. Vuelcan todos los días una catarata de datos, sólo hacen comentarios aclaratorios para que el dato sea más ancho, sus observaciones son mayormente neutras, no critican a nadie, no defienden a nadie, son claros, precisos, no tienen humor ni se les ocurre tenerlo o extrañarlo. Los tres programas hacen de la radio una presencia amigable. Nos recuerdan otros tiempos, refuerzan una identidad que no queremos perder, ayudan a que sigamos siendo infantiles. Después de todo, el asunto gira alrededor de la pelota, y nos sosiegan del trajín de una sociedad agitada. |