Qué día hueco. Hace varias horas que no sé qué hace Quintín. Me espero lo peor. Siempre cabe que se haya enganchado con alguna novela de un joven escritor argentino, de esos que sabe paladear. Debe hacer frío en San Clemente. Mañana es otro día, igual al de hoy, sin saber qué hace Quintín y con el mismo frío en San Clemente.
Como todos los días, me crucé al bar-restó ( así se dice en mi barrio) de en frente, se llama el Limbo. Voy porque los dueños son Bassedas, el Rifle Pandolfi y Manussovich, todos ex jugadores de Vélez. Cada vez que llego al mediodía, la pantalla gigante colgada a la entrada de la sala, pasa los partidos del mundial. Los muchachos de la V se portaron. Por lo general casi no va nadie. Hay pocos hinchas en este barrio fashion. Cuando me siento, el mozo, un pibe joven que sonríe cuando me ve entrar, me pregunta si quiero un café. Lo habitual. El otro día le pregunté si podía cambiar de canal porque el partido de España contra Tunez no me importaba nada y el de Ucrania contra ya no me acuerdo podía importarme al menos un poco. Lo hizo. Entró otro cliente, y al ver lo que pasaban en la pantalla preguntó: ¿ qué? ¿ no pasan el de España? El pibe le respondió que la “tribuna” había pedido Ucrania.
Me distinguió con la orden – me lo dijo el otro día – de ser el primer cliente mundialista del bar-restó. No sé por qué, pero me hizo bien.
Hoy se repetió el ritual, me senté y la pantalla estaba apagada. No fui por el Mundial porque hoy no hay partidos, fui a comer, así porque sí, era el mediodía, y no porque tuviera hambre, tenía sueño. El mozo me vió. Llevé un libro de Schopenhauer, lo abrí y seguí leyendo aquella parte en la que habla de la voluntad que insiste más allá del propósito del hombre por detenerla, que aún el suicidio era una ilusión inerme frente a la fuerza incontenible de la voluntad. La verdad que me importaba un carajo. Por mi, podía pegarse un tiro, me refiero a Arturo Schopenhauer, el filósofo.
El mozo vió que algo andaba mal. Se me acercó discretamente y me dice: hoy pasan Wimbledon, está jugando Nalbandian, ¿quiere que le ponga el partido? Se me iluminó la cara, y él sonrió satisfecho, una vez más.