He pecado
Yo he pecado. Toqué el cielo con las manos y sentí terror. Acostumbrado al sufrimiento y al dolor de no ser campeón, por un momento sentí que podía serlo y me vi al borde del abismo, solo, sin mis compatriotas, igual que en el 78, solo en medio del bullicio. Porque no me merezco este triunfo, dudé.
Como Pedro en aquellos tiempos lejanos, no confié en el Señor... José. Descreí de Abbondanzieri, acusé a Burdisso de tener la cadera dura, traté de gordo a Cambiasso, pedí que amarraran a Sorín. Tuve el atrevimiento imperdonable de afirmar que Riquelme no tenía aire para dos tiempos, que era depresivo y que frenaba al equipo. Pido perdón. Confieso que afirmé con insensata seguridad que Saviola no fuera convocado, él, el mejor del equipo. Nunca me gustó Crespo, hoy debo admitir que me está gustando. Me equivoqué en todo, soy un desastre, me quiero morir.
Amo a la selección argentina, soy un hincha fanático, siempre lo fui, pero hoy toqué el cielo con las manos, y me aposento en el infierno. José es nuestro guía, a El nos debemos, es más grande que San Martín, que también se llamaba José, igual que el Padre de Dios. Todos son José. Pido que se tenga conmiseración con este pecador, que si esta sugerencia que haré en algo restituye mi dignidad perdida, que se me juzgue con piedad. Solicito que se cambie el nombre de la Avenida Callao y se la rebautice Gregory Peck en honor a nuestro DT. Sé que es poco, pero, quien sabe, quizás nuestros nietos, parados en la esquina de Perón y Gregory Peck, como otrora en Esmeralda y Corrientes, o San Juan y Boedo, nos recuerden con la frente alta, con el orgullo de ser argentinos. Es mi plegaria de esta noche.