Blue Flower

 

Dividiré a la década del 80 en cuatro partes:

  1. los años de la mentira.
  2. los de la vergüenza.
  3. los de la felicidad.
  4. los de la hiper.

Los años de la mentira. 

Cada vez que un proyecto dictatorial fracasa se habla de democracia. Es un problema de anemia del terror. Se habían quedado sin sangre. En los primeros cuatro años del Proceso la legitimidad del gobierno y del poder se sostenía en que se había llegado a la paz, se había terminado con la subversión marxista y el país estaba ordenado. Pero algo falló. 

El desmadre financiero quebró el mundo de la plata dulce. Se fue la junta y llegó la nueva junta, y con la nueva junta la sociedad argentina se amoldó a las nuevas caras y mostró su rostro. 

Gente de la política y de la cultura decían que con Viola y Liendo se producía una apertura democrática. Venía Frank Sinatra, volvía Norma Alendro. El presidentre Viola comía ravioles los domingos, era el mejor y más simpático contertulio de Tato. Había asados en los comités, los ministros recibían a políticos, dirigentes sindicales se agrupaban para crear un nuevo movimiento nacional liderado por el Almirante, Argentina revivía, se reconciliaba consigo misma una vez más, el descontrol económico se veía compensado por la flojedad general. 

Ya se había matado todo lo que se podía matar, los rostros adustos se podían retirar, el liberalismo financiero perdió a su jefe, los argentinos podían sentarse a conversar como compadres de una misma familia. 

Viola no sólo no daba miedo sino que era simpatico, petiso, gordito, no parecía un general sino un dirigente de futbol de primera B. Su foto con Sinatra auspiciado por Palito se agregaba al humor de Olmedo, de Porcel, de Minguito, de Clemente, al talento de Diego, el coraje de Monzón, a los suplementos culturales de los diarios y revistas de vanguardia cosmopolita que hablaban de arte y literatura, de la muerte de las ideologías, de ecología, rock y galaxias, nutrían así la historia oficial que nunca fue sólo oficial. 

Pero las fuerzas vivas y duras de la nación no estaban para ravioles sino para proyectos fundacionales como aquel del 76. Querían un nuevo líder y una nueva mística, fuerza y no panza. 

Los años de la vergüenza. 

Galtieri se tomó las cosas en serio. Lo primero que hizo fue llamar a Roberto Aleman. El establisment financiero se tranquilizó, había vuelto la seriedad. Neutstadt promocionaba a Galtieri que aseguraba que las “ urnas estaban bien guardadas”. Se congelaron los salarios estatales, se controló la inflación, y Ubaldini salío a la calle. 

Se acercaba el mundial, Argentina era doble campeón de mayores y de juveniles. Maradona jugaría al lado de Kempes y de Ramón Diaz, pero el país estaba en un impasse. 

El descontento popular no podía endilgarse a la subversión. Era la primera vez que una movilización no era reprimida en nombre del orden cristiano ni sus dirigentes eliminados por marxistas. Este hecho incomodaba al régimen. Por otra parte se trataba de crear un clima prometedor, de expectativas favorables, con un ministro de buena reputación que se hiciera cargo de administrar lo mejor que podía dar la ideología militar antipopulista. Y el mundial con una nueva soñada gloria para la argentinidad. 

Furia sindical, aprobación de los financistas, alegría deportiva. Malvinas. 

El país debía unificarse, no podía permitirse nuevas disgregaciones. Las urnas no se habían bien guardado para permitir el disenso social. Se necesitaba un jefe, una voz y un sólo grito: viva la patria! 

Y salió redondo. El mundo giraba a nuestro alrededor. Grondona se daba cuenta que los adolescentes correntinos que marchaban al sur eran sus compatriotas, a pesar de su color - por eso los llamaba “mis negritos” -, gente progresista se daba cuenta de que Galtieri era una sorpresa política y estratégica, empatamos con Bélgica cero a cero. 

Pero lo redondo salió gamado, que es una forma del cuadrado. El locutor Mancini decía en radio Mitre que mientras perdíamos la guerra, propietarios judíos habían aumentado los alquileres. 

Los años de la felicidad. 

Un hombre decente, amigable y corajudo era nuestro presidente. El poder había cambiado de idioma, éramos nosotros allí arriba. Con la democracia se come, y se juzga. Los jerarcas estaban ahí sentados vistos por todos. Dos abogados eran los nuevos héroes de nuestro Nüremberg. La universidad era una fiesta, Maradona bailó a los ingleses. Todos los argentinos defendían a los derechos humanos. Hasta la casa estuvo en orden. 

Pero surgieron dos nuevos rostros en la muchedumbre, uno, ya sabemos, pintado, el otro ausente. El gobierno juzgaba demasiado y no pagaba los intereses, tampoco tenía buena onda con la Iglesia. Y cuando hay malestar en el acreedor, en el general, y en el cardenal, cuando no se tiene el billete, ni las armas, ni la cruz, con la democracia no se come, se raja. 

Los años de la hiper. 

La Tablada. Alfonsín recorriendo el resto de cuerpos y chatarra junto a su Comandante en jefe Seineldín. Pugliese que apresa a Altamira y acusa a los troskistas de violencia y desorden. Los gremios de la mano con los patriotas de Rico. Vaciamiento financiero. Menem en menemóvil y Cafiero en la tele. Queríamos revancha. Contra los ingleses, contra el F.M.I., contra los abortistas, contra los socialdemócratas, contra la judería radical, contra el traidor que impuso la Obediencia Final y el Punto Final, queríamos lola, y tuvimos una buena lola, la hiperlola.