ACERCA DEL CRATILO DE PLATÓN- Disertación sobre el Cratilo de Platón en el seminario de los Jueves ( 18 de diciembre 2010) -
por Rosa María Brenca y Kikí Elorza
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Intervienen en este diálogo: Hermógenes, Cratilo, Sócrates, Rosa María, Kikí
RM- Y bien, Kikí: aquí los amigos esperan que les hablemos del Cratilo.
K-Bueno, no podemos negar que nos honran con su esperanza, de modo que no nos demoremos en complacerlos. Echemos unos párrafos.
RM- Primero, ubiquemos el diálogo: el tema es el problema del lenguaje. Creo que –no sin diferencias- se acepta que pertenece al período de transición, que es más o menos del 386 a.C.
K- Señalemos que muestra un tono polémico como el Teeteto, está cerca del Menón y del Gorgias, se ubica inmediatamente después del Eutidemo, y comparte con el Sofista -aunque con diferencias- la preocupación por el lenguaje.
RM-Vos sabés que en la época de Platón, hacía furor el análisis de los problemas lingüísticos… y, según cuenta Jenofonte, los convidados a un banquete disfrutaban discutiendo acerca de los nombres y de su significación exacta y, entre el vino y los festines, platicaban cordial e interminablemente.
K-Como nosotros… pero, ya desde Homero los griegos reflexionaban acerca del vínculo entre la palabra y el pensamiento…
RM-Sí, claro, y tenían en cuenta el discurso, no solo la palabra aislada. “Palabra” se decía ónoma, y lógos podría significar -entre otras cosas- “discurso”. A los animales los consideraban álogoi: carentes de palabra y de pensamiento.
K- En el Cratilo, se discute la adecuación entre las palabras y las cosas.
Cratilo considera que existe naturalmente una manera fija y precisa de denominar, usada tanto por los griegos como por los bárbaros, es decir, los extranjeros .
RM-Hermógenes, en cambio, está convencido de que la precisión de los nombres responde a una convención, que puede modificarse en cualquier momento. Ante tamaña oposición, llamaron a Sócrates para que terciara.
K- Sí, pero acordate que Sócrates dijo que sólo tomó una clase de Pródico que costaba nada más que un dracma, así que mucho no aprendió.
RM- Uy…tengamos mucho cuidado con Sócrates y no nos dejemos engañar por su aparente modestia…
K- Cratilo, discípulo de Heráclito, según Aristóteles y Diógenes Laercio, fue maestro de Platón. Llevó al extremo la relación de su maestro con el río, ya que sostenía que no se puede entrar en él ni siquiera una vez.
RM- La influencia de Cratilo en Platón –y, a través de Cratilo, también la influencia de Heráclito- es lo que probablemente haya llevado a Platón a pensar que no se puede tener conocimiento de lo que está en perpetuo cambio, digamos, de las cosas sensibles, y ¿cómo pensarlo en relación con la rectitud natural de los nombres? Y además: ¿es lícito -como hace Sócrates- relacionar a Heráclito con el naturalismo?
K- No sé. Pero pienso que una ontología “fluyente” como la de Cratilo, cuyo heraclitismo radical sólo le permitía mover el dedo -según Aristóteles-, parece tener mayor afinidad con una teoría convencionalista del lenguaje que con los rigores del naturalismo. Puede ser. O parecer.
RM- Tal vez, podamos empezar aproximándonos a qué nos dice Heráclito cuando dice “lógos”.
K- El término “lógos”, en Heráclito, puede referirse, por ejemplo, a lo que da cuenta de la naturaleza de las cosas, a la racionalidad que gobierna los fenómenos naturales: quien escucha al “lógos”, escucha la verdad.
RM- A propósito del lenguaje, recordemos uno de sus pensamientos: “En cuanto al arco, su nombre es vida, pero su obra es muerte” porque bíos (con acento en la iota, es decir, en la “i”) significa “vida” y biós (con acento en la omicrón, es decir, en la “o”) significa “arco”, un arma mortal. Un simple cambio de acento.
K- Aquí encontramos una manifiesta relación con el lenguaje. Este juego entre lo opuesto y lo idéntico puede referirse a la plenitud cósmica del “lógos”… allí donde es posible afirmar la juntura entre lenguaje y razón.
RM- Pero… ¿es lícito llevarla al nombre aislado?
K- ¿O será un recurso para fijar lo mudable?
Y, si fuera así, ¿por qué Cratilo no nombra?
RM- Y si nombrara ¿cómo demostrar que los nombres expresan el movimiento? Pensar y expresar el movimiento no es una dificultad menor.
K-Si tenemos en cuenta que el tema de la adecuación de los nombres estaba presente también en Protágoras y en Pródico, y dada la relación de ellos con los discípulos de Heráclito, es comprensible que haya sido un tema de necesario abordaje por parte de Platón.
RM- Pero también hay quienes sostienen que Cratilo no es Cratilo -o no es el Cratilo histórico- y que quien se escuda en su nombre y a quien realmente Platón presenta batalla es a Antístenes.
K- Antístenes sostenía que “El principio de la educación es el estudio de los nombres”
RM- Sí y, como Cratilo, sostenía también que es imposible hablar falsamente, pues cada cosa tiene un lógos oikeîos (nombre propio) por lo que la contradicción también es imposible.
K- Platón y Antístenes fueron discípulos de Sócrates, pero tuvieron, respecto de sus enseñanzas, posiciones encontradas.
RM- Cierto: si la preocupación socrática buscaba la definición universalmente válida de los valores, Antístenes quiso encontrarla en el ámbito del lenguaje mientras que Platón la buscó en el ontológico (en el ámbito de las cosas que son).
K- Según Diógenes Laercio…
RM- ¿¡Qué sería de nosotros sin Diógenes Laercio?!
K- No sé: ¡Vaya una a saber!... Según Diógenes Laercio, en Antístenes se encuentra la primera definición del lógos (del nombre, para él): “lógos es lo que muestra lo que era o es”, de manera que así accedemos a la naturaleza de lo real, que concibe como “lo material cualificado”.
RM- Y, sí: Platón criticaba el sensualismo y el materialismo de los de la escuela de Antístenes, de los cínicos, según pone en boca de Sócrates.
K- En efecto, escuchá lo que sigue:
S: Éstos son los que creen que no existe nada fuera de lo que puedan asir con las manos, y en cambio, no admiten entre el número de realidades, a los actos, las generaciones y todo lo invisible. (Teeteto 155)
RM. Ya que se refiere a los actos, recordemos que, para Sócrates, nombrar es una acción. Y que las acciones existen, no en relación con nosotros sino con su naturaleza particular y es por eso que, por ejemplo, si se tratara de cortar, deberíamos cortar, cada cosa, no con lo que se nos ocurra sino con lo que responde a su naturaleza, para hacerlo adecuadamente.
K- Pero fijate. Aquí Sócrates no se diferencia de Antístenes en cuanto a la relación natural entre el nombre y la cosa, salvo en que, para Sócrates, nombrar, que es una acción, también debe hacerse, no de cualquier manera, sino adecuadamente y con aquello con lo que es apropiado nombrar.
RM- Pero, claro, incluso hasta aquí, podría no diferenciarse de
Antístenes, pero Antístenes no puede no oponerse a Platón y a sus formas inteligibles: acordate de aquello de: “Platón, veo el caballo pero no la equinidad” .
K- El carácter inteligible de las formas sería lo que las habilita -en Platón- para el verdadero conocimiento, pero en el Cratilo no constituyen, como en el Fedón, un ámbito separado del mundo sensible. Parecen tener un carácter inmanente.
RM- ¿Será por eso que hay quienes piensan que tienen carácter universal, pero que corresponden a una formulación temprana?
K- Puede ser, y hay también quienes piensan que fue el contrapunto con el análisis lingüístico lo que impulsó a Platón a formular esta primera presentación de la teoría.
Y en este punto, es difícil ver a Antístenes detrás de Cratilo. Tampoco se lo debe relacionar con el pensamiento de Heráclito sino más bien con el de Parménides, quien niega la posibilidad del enunciado falso, ya que no se puede conocer lo que no es ni tampoco podría expresarse.
RM- Justamente, entonces, la posibilidad de concebir algo y, por lo tanto, la posibilidad de expresarlo, es criterio y prueba de la realidad de lo que es concebido y expresado.
K- Claro. La existencia de un nombre propio para cada cosa -como sostenía Antístenes- nos conecta directamente con lo real, ya que no hay lugar para el error o para la contradicción.
RM- Y, si bien esta afirmación tiene origen en los eleatas, no hay que olvidar que era también un lugar común entre los sofistas.
K- Sí. Proclo atribuye a Antístenes la afirmación de que “quien dice, dice algo; el que dice algo dice lo que es, y el que dice lo que es, dice la verdad”.
RM- . Por cierto que, para una teoría naturalista, la estructura de la lengua es inalterable y todo nombre significa lo mismo para todo hablante. No hay lugar para el relativismo.
K- La imposibilidad de contradecirse y la de hablar falsamente, están presentes en Cratilo, pero no en Sócrates. Para el naturalismo de Cratilo, cada cosa tiene su nombre y es por el nombre que se la conoce.
Para Sócrates, en cambio, el nombre forma parte del enunciado y es el enunciado, el que puede decir cosas verdaderas o cosas falsas.
RM- Hablando de falsedad, tal vez debamos aclarar que la palabra pseudos designa al mismo tiempo el error, la mentira y la falsedad. El error y la mentira consisten en decir algo falso. Vale decir, que los griegos desconocían, en principio, el momento “subjetivo” de la mentira.
K- ¿Eso que Jonathan Swift llama “la diferencia crítica entre el hombre y el caballo”?
RM-. Sí, porque en el caballo no hay malicia.
K- Y… Sócrates, la reserva para el argumento entréptico.
RM- Cierto: ése con el que acostumbra avergonzar a sus interlocutores.
K- Fijate qué interesante: la investigación de los nombres en Antístenes toma la forma, no de la definición, sino de la explicitación de las diferencias respecto de otros nombres del mismo campo semántico (como decimos hoy) y es, en ese sentido, en el que la lengua muestra lo que era o lo que es.
Vos decías que la visión de la lengua de Antístenes exhibe puntos de contacto con la contemporánea, salvo allí donde sostiene que funciona como correlato unívoco de lo real, recordemos: “quien dice, dice algo; el que dice algo dice lo que es, y el que dice lo que es dice la verdad.
RM- El punto de contacto estaría en la idea de que cada signo es lo que los otros no son, lo que vale es la diferencia, y, por otra parte. es cierto que en la lingüística moderna no hay correlato unívoco entre la palabra y la cosa, es más: las cosas quedan fuera de la lengua,
K-Es posible que la difusión del análisis lingüístico no haya podido dejar indiferente a Platón. Y por eso vemos que, en el Cratilo, reclama apartar la mirada de los nombres.
Se me ocurre que más de una vez debe haber tenido ganas de pararse en el medio del ágora y gritar: ¡Atenienses: a las cosas!
RM- Justamente Sócrates lo dice así:
S:…no hay que aprender a investigar a partir de los nombres, sino mucho más a partir de las cosas mismas que de los nombres. Cratilo 439 b)
K- Y…sí: para Platón, aquí se presenta la cosa misma y no su nombre como lo que tiene relevancia filosófica.
RM- Por eso llama la atención que se fijara en Antístenes -quien por otro lado era un discípulo dilecto de Sócrates- y que, muchas veces, se valiera de recursos similares en sus mecanismos de análisis. Como, por ejemplo, cuando, en el Protágoras, analiza la diferencia entre “discutir” y “disputar”: la discusión es entre amigos, la disputa, entre enemigos. Es un caso en que se buscan las diferencias entre términos del mismo campo semántico.
K- Se habla de “uso de los nombres” para señalar que hay cambios en el uso, por eso se requiere un análisis semántico, ya que el principio que sostiene “un nombre para cada cosa” encuentra el sentido en el uso que le dan los hablantes. Pero esto no significa, para Cratilo, cuyo naturalismo es muy estricto, que se adopte un aspecto convencional, como pretende Sócrates. Escuchá lo que le dice a Cratilo:
S. ¿Al decir “costumbre” crees decir algo diferente de “convención”? ¿O llamas costumbre a algo distinto del hecho de que, cuando pronuncio esto, yo lo concibo, y sabes que yo lo concibo? ¿No estás diciendo eso?
C.: Sí. (Cratilo 434 e)
RM- Evidentemente, aquí interviene el pensamiento como intermediario entre la palabra y la cosa, pero esa distancia, según Cratilo, no habilita a Sócrates para entenderlo en el sentido del convencionalismo.
K- No deja de llamarme la atención la relación que establece Cratilo entre naturalismo y heraclitismo, ya que la idea de un constante devenir no parece solidaria con la correlación entre lenguaje y realidad. Pero también, según vimos, el lógos heraclíteo da cuenta de la naturaleza de las cosas y gobierna los fenómenos naturales: quien escucha al lógos se encuentra con la verdad.
RM- Fijate que Sócrates parece, en principio, acordar con la posición naturalista, como se ve en el pasaje de las etimologías, pero es sólo un recurso para armar su crítica, ya que, finalmente, va a aceptar el convencionalismo, cuando, volviendo a la mediación del pensamiento entre la palabra y la cosa, dice:
S.-[…] Cratilo –tomo tu silencio como un acuerdo-, es de algún modo necesario que tanto la convención como la costumbre contribuyan con la mostración de aquello que decimos al pensarlo.(Cratilo 435b)
Quiere decir que el pensamiento que concibe no pasa inadvertido en la relación entre las palabras y las cosas, sino que se construye también con el aporte del uso.
K- ¿Y cómo es lo de las etimologías, que dan tanto de hablar a Sócrates?
RM- La etimología griega constituía un método de explicación y, por lo tanto, de conocimiento.
Trataba de llegar al significado verdadero de las palabras: ?τuμον, étimon, que se opone a ψευσομαι, pséusomai, de ahí etimología (ετuμoλoγ?α). (Por cierto que ese término original que se busca es prácticamente inalcanzable y la búsqueda puede prolongarse indefinidamente).
En el trabajo etimológico se buscaban las semejanzas fonéticas y morfológicas, se agregaban o suprimían letras o sílabas y se ajustaban las diferencias en el significado a fin de llegar al verdadero. Pero no hay una relación fija entre el nombre y lo denominado. Las modificaciones (adición, desplazamiento o supresión de letras, alargamiento o abreviación) se realizaban para acercar las distintas formas y por lo tanto, unificar el contenido. Todo, en absoluta libertad, lo cual implicaba también, con total arbitrariedad.
K- Y el propio Sócrates protesta y lo critica agriamente, refiriéndose a aquellos que, por un afán esteticista, quieren embellecer las palabras con un falso barniz de antigüedad, y las retuercen en todo sentido hasta dejarlas incomprensibles para cualquier ser humano que pretenda conocer el verdadero significado.
RM-Aunque estos cambios de las palabras eran bastante habituales.
Aristóteles, en la Poética, se refiere a ellos de modo positivo, de esta manera:
Una parte no menor prestan a la claridad de la elocución y a su falta de vulgaridad los alargamientos, apócopes y cambios de las palabras, pues por ser distinto de lo normal, contra lo que es habitual que ocurra, hará que no sea vulgar, y por participar de lo habitual, habrá claridad. (1458b)
Sócrates dice también que si está permitido agregar o quitar a las palabras lo que se quiera, será todo muy fácil y cualquier nombre podrá ajustarse a cualquier cosa. (414d)
La verdad es que muchas de estas “etimologías” no son más que asociaciones con palabras de la misma familia; otras son juegos de palabras, y absolutamente fantasiosas.
K- Bueno, Sócrates hace referencia burlona a la inspiración mañanera que recibe de Eutifrón, el adivino de Atenas considerado loco por la gente, que se las daba a la vez de inspirado y de docto en materia de religión.
Sócrates desconfía de las ideas demasiado ingeniosas y sutiles, tanto como riesgosas, surgidas de esa inspiración, y esto parece mostrar el poco valor que le da a las etimologías.
RM- Sin embargo, esto de las etimologías gestó algo dentro de mí…
K- Rosa María, estás grávida! Vas a alumbrar una idea!
R;- Sí, ¡y a esta edad!
K-A cualquier edad, y en cualquier lugar, Rosa María, el espíritu sopla donde quiere.
RM- Pues bien, te voy a hablar del nombre de Zε?ς.. Al dios supremo se lo llama de distintas maneras. Dice Sócrates que se alternan las formas porque cortamos el nombre en dos y usamos una de las partes en cada ocasión . Unos dicen Zhνα y otros D?α. Si juntamos las dos partes, -según Sócrates- resulta la manera perfecta de denominar al padre de todos los dioses y todos los hombres, por medio del cual recibimos la vida. Yo encuentro la explicación en el hecho de que Zε?ς tiene una declinación con dos raíces. Es decir, que la forma cambia según la función que cumple en la oración: “de Zeus”, por ejemplo, se dice D?óς, Y también existe el nombre Zhν (Zen,) que es el nombre poético de Zε?ς, Y, escrito con minúscula, ζhν, significa “vivir”. Por otra parte, dioν ( dión, que se parece a D?óς Diós) quiere decir “por medio del que es”. En definitiva, Zε?ς contiene las otras formas y así se explica la definición socrática de Zeus: Aquél por medio del cual los seres vivos obtienen la vida. (Quod erat demostrandum).
K- ¡Muy bien! En la última parte de la conversación con Hermógenes, Sócrates abandona la actitud burlona y propone el método para una investigación seria. (424cd). “Aquí, dice Sócrates, no se aceptan más excusas; hay que intentar el examen del problema a fondo” (421 d).
RM- Sí. Sócrates (424 c d)se refiere entonces a la formación de las palabras, que se realiza a partir de los elementos, que son las letras. Las letras forman las sílabas, éstas forman las palabras, es decir, los nombres y los verbos. Y unos y otros se reúnen en un bello conjunto que constituye el discurso, o, si prefieren, el
enunciado. Esto fue un aporte realmente novedoso en su momento, y Aristóteles lo trata también en su Poética. Sócrates luego analiza las letras por su articulación y su sonido, y establece relaciones con las maneras de ser de las cosas: la ρ ( la r) refleja la movilidad; la lambda (la l), refleja lo liso y el deslizamiento; las sibilantes como la sigma (s), la phi, la theta, las letras con aspiración, expresan la agitación (σ?σμ?ς, sismós ), etc. Pero él mismo va a demostrar luego que todo esto no es muy creíble.
K- Y no aplica el método serio que había propuesto.
RM- No, no se acuerda más de eso.
K- Es decir, que el “pasaje de las etimologías” no sería más que una burla de las prácticas de su época.
RM- Parecería que, en efecto, es así. Pero… aclaremos un poco la posición de Hermógenes y su “teoría convencionalista del lenguaje”.
K- Bueno, eso significa que al nombre y a la cosa los une una relación accidental, producto del acuerdo, de la convención: nómos. Es, podemos decir, una relación arbitraria. Pero me parece que aquí es útil señalar la diferencia con la arbitrariedad de la lingüística moderna que no es la misma que para los griegos.
RM- Claro. La arbitrariedad, para Saussure, es interna al signo lingüístico, que es la palabra, y ésta está constituida por el significante y el significado, que son entidades psíquicas. La relación entre significante y significado es arbitraria, es decir, no es necesaria, y se establece por el uso común, que implica una convención . Las cosas quedan fuera de esta relación. En palabras de Saussure: “Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre sino un concepto y una imagen acústica.”
K- Si bien es común traducir nómos por “ley”, hay que admitir que el sentido de “convención”, que se le atribuye, es una consecuencia de la evolución histórica y de la intervención de los sofistas.
RM- Nómos es ley, orden, disposición, uso, costumbre, acuerdo, convenio.
K- “El orden (nómos) es rey de todos, mortales e inmortales” dice Píndaro.
Y esta idea general de orden se particulariza: nómos designa, en música, la melodía y será después reemplazado por mélos; en religión, las ceremonias del culto; en moral, las reglas que ordenan la vida; en política, la organización jurídica; en filosofía, la legalidad inmanente de los principios. Pero además, es una noción enriquecida por el sentido distributivo que conlleva, ya que nómos se relaciona con némein, que significa “distribuir”, “hacer pacer”, “repartir tierras”. La ley es distribución igualitaria, isonomía, vale decir que conserva el sentido de némein.
RM- Nomos es, por lo tanto, mucho más que cosmos, noción homérica a la que justamente va a reemplazar, y que indica “orden”, “arreglo”, “conformidad”, “adorno”(de ahí viene “cosmética”, como todo el mundo sabe).
K- Me parece interesante detenernos un poco en la evolución de las palabras, que es como decir en la evolución del pensamiento.
RM- Las palabras aparecerían en el principio ligadas a cosas concretas, propias de la naturaleza, algo por el estilo. Luego, metáfora mediante, se cargan de significado más complejo y más abstracto al mismo tiempo.
K- Y yendo muy… muy atrás en el tiempo… (siento la atracción por lo remoto) ¿Sería como si los embates sobre el cuerpo fueron transformando gritos en palabras?
RM- Podría decirse. Hay teorías que lo sostienen. . Desde ya, fijate que el cuerpo aparece como experiencia básica: Sócrates mismo –no tan atrás- dice que si no tuviéramos lenguaje nos valdríamos de las manos, de la cabeza, del cuerpo todo… y, digo yo, aun teniéndolo, usamos el cuerpo como metáfora: el codo del río, el brazo de la ley, el pie de página…
K- Con los sofistas, la convención es manifestación de opiniones (dóxai), y es en ese sentido, con el que Hermógenes presenta la noción de nómos, como “convenio y acuerdo”.
RM- Y aquí va a atacar Sócrates. Y el ataque es, aparentemente, demoledor. Leé la cita, por favor:
K-S: Probablemente estés diciendo algo cierto, Hermógenes. Examinemos: ¿dices que como alguien llama a cada cosa, ¿ése es el nombre de cada cosa?
H: Así me parece.
S: ¿Tanto como si el que llama es un particular como si es una ciudad?
H: Eso estoy afirmando.
S: ¿Entonces qué? Si yo llamo a cualquiera de las cosas existentes, por ejemplo lo que ahora llamamos hombre, si ahora lo designo caballo, y lo que ahora se llama caballo, hombre, ¿el nombre del primero será en público hombre y en privado caballo? Y a su vez, ¿el otro será en privado hombre y en público caballo? ¿Eso dices?
H: Así me parece. (Cratilo 385 a)
RM- Si todos pueden asignar nombres, habrá entonces un nombre oficial (demosía) y uno privado (idía).
K- Así lo plantea Sócrates, ya que sostiene, en la argumentación, que el idiótes (individuo) y la Pólis delimitan ámbitos separados, sin comunicación. Y, como consecuencia, quedaría -según la intención de Sócrates- sin efecto la validez universal del nómos.
RM- Sí.Lo que hace aquí Sócrates, es valerse del “argumento entréptico”, que consiste en refutar al adversario llevándolo a expresar una oposición consigo mismo que pone en ridículo el resultado de sus afirmaciones y, por lo tanto, lo avergüenza. Pero…¿qué pasa con la homónoia?
K- Cierto. Sócrates, como todos sabemos que sabe, ( y que lo demostrará muriendo como vivió, vale decir eligiendo morir por respeto a la ley), sabe también el valor de la homónoia, el más grande de todos los bienes para una ciudad y que consiste en que los ciudadanos juren ponerse de acuerdo. Y no se trata -como él mismo sostiene- de que “los ciudadanos voten por los mismos coros, ensalcen a los mismos flautistas, elijan los mismos poetas, sientan placer con las mismas cosas” (nos dice Jenofonte en sus Memorabilia, Libro IV), sino que acepten que la ley es obedecer las leyes.
RM- Eso es fundamental: la homónoia es condición para que una ciudad sea ciudad, para que una casa sea casa. Es esencia de lo político en tanto unidad, pero no identidad, sino unidad abierta que necesariamente alberga lo público y lo privado y, por lo tanto, incluye al individuo.
K- Claro. La noción de idía no se opone a la de demosía sino que la complementa. No son nociones excluyentes.
Aquí está presente la constitución misma de lo político y del lenguaje como instrumento del consenso.
Separar estas dos nociones no parece corresponder al pensamiento de los griegos.
RM- Supongamos que el interlocutor se avergüenza porque entra en contradicción con sus propios principios, que la refutación de Sócrates ha dado resultado y ha liberado al espíritu de Hermógenes de la ignorancia, cuya carga negativa le impedía beneficiarse con la enseñanza. Es cierto que Hermógenes acepta lo que dice Sócrates: no parece muy firme en sus convicciones.
K- Y, por otra parte, no cualquiera contradice a Sócrates.
RM- Según se dice, el empleo de la refutación para la liberación del espíritu, viene de los eleatas. Más precisamente de Zenón, que parece que se preocupaba por liberar a los ignorantes de su afición a lo múltiple y, si vamos un poquito más lejos, nos encontramos con la mística pitagórica, también preocupada por la purificación espiritual.
K- Claro, y la afirmación de que la filosofía es la que muestra el camino para liberar a las almas del error, y de la cadena del ciclo de nacimientos.
RM- Pero…detengámonos un momento y volvamos a la práctica socrática, a ese argumento entréptico.
K- No se puede pasar por alto que la refutación de Sócrates está instalada en la desconexión entre lo privado y lo público, lo que la hace, a mi juicio, refutable, porque me parece que una refutación en serio, más allá de los giros socráticos, debería apuntar, en última instancia, al núcleo central del pensamiento del interlocutor, no a una diferenciación sospechosa, a un lugar en el que el interlocutor no se encuentra.
RM- Cierto: la convención siempre supone a los otros. Y el lenguaje siempre aparece como instrumento del acuerdo…
K- …salvo –según mi memoria- en el Protágoras, en el que el lógos resulta insuficiente para la construcción de lo político porque los hombres prometeicos –acordate- a pesar de disponer del lógos igual se mataban a palos entre sí y Zeus debió agregar nuevos dones.
RM- Sí, precisamente aidós y dike. Por un lado, la aidós, el sentimiento de respeto humano a la opinión pública y, por otro, la dike, la regla, la norma pública que se nutre de ese respeto.
K- La rectitud de los nombres, para Hermógenes, es por convención. Y aquí está presente esa antítesis histórica entre nómos y physis que, a partir del siglo V, interviene en el planteo de distintos problemas. Physis (naturaleza), se va a identificar con alétheia (verdad), mientras que nómos corresponderá a dóxa. Esta dupla también contiene el sentido de nómos como opuesto a verdad y el de physis contrario a apariencia. Precisamente: Justicia es no violar ninguna ley de la ciudad de la que se es ciudadano. Pero aquí hay un problema, porque la mayor parte de lo que es justo según nómos, se halla en guerra con la naturaleza. Y quien viola una norma verdaderamente natural no será dañado por la apariencia sino por la realidad.
RM- Justamente, porque la legislación convencional –nómos- que nos dice qué debemos hacer y qué no debemos hacer, qué debemos querer y qué no debemos desear, legisla nuestro comportamiento delante de testigos. Si se viola la ley sin testigos, se puede pasar sin castigo; sólo se recibe castigo si se es descubierto.
En cambio, si se violenta una norma natural, aunque se oculte, el mal será igual y no será mayor por ser visto, pues no se ha sido dañado por la apariencia sino por la realidad. Y por eso es que palabras de raíz phy han designado el miembro positivo de una alternativa, el elemento permanente y necesario; en cambio, la raíz nóm designa el elemento accidental y contingente. Leé la cita de Sócrates, por favor.:
K- S: Entonces, si no todo existe para todos, del mismo modo, al mismo tiempo y siempre, ni cada cosa existe en particular para cada uno, es evidente, por cierto, que las cosas existen con una esencia propia constante, no relativa a nosotros, ni tampoco arrastradas arriba y abajo por nuestra imaginación, sino que existen por sí mismas en relación con la esencia propia que tienen por naturaleza. (Cratilo 386 e)
Y, sí: la estabilidad atribuida a las cosas tiene que ver con la oposición entre physis y nómos, y la relación de physis con lo que es, es decir con la verdad, le deja, sin duda, un valor aparente a la dóxa.
RM- Pero estamos en Atenas, una sociedad de amigos (los filoi, los que están reunidos por una relación de semejanza). ¿Y qué hay entre ellos sino philía y dóxa?, amistad y opinión. ¿Acaso, las ciudades griegas, aún en el caso de las tiranías, no son sociedades de “amigos”, es decir de rivales cuyas pretensiones se ejercen en los terrenos más diversos: el amor, el atletismo, la política, las magistraturas? ¿Cómo concebir la philía sin la dóxa? ¿La amistad sin la opinión?...
K- Bueno, hay que ver cómo entiende Platón eso de que “amigos son los amigos”.
Pareciera que alguna inquietud tenía porque creo que andaba buscando algo así como un instrumento de selección que le permitiera diferenciar a los rivales.
RM- Si me permitís la metáfora culinaria ¿algo así como un colador?
K- En todo caso un colador y un criterio de uso, porque no es lo mismo colar té que colar fideos.
RM- Cierto: cuando cuelo té, me quedo con lo de abajo, cuando cuelo fideos, me quedo con lo de arriba.
K- De acuerdo: ahí está el criterio. Y hasta aquí, llegamos nosotras.
Seminario de los Jueves Buenos Aires, 18 de noviembre de 2010
Bibliografía
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