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Dos hechos extraordinarios por Rodrigo Amuchástegui

No hace mucho, regresé de un viaje cuyo punto final fue Grecia. En Atenas compré una estatuita, cuya fotografía está más abajo y donde se puede leer perfectamente a quien pertenece (Sófocles). Tener un recuerdo griego del gran dramaturgo era una posibilidad que no quise dejar pasar (algunos saben de mi interés por el teatro).

Es sabido que estas figuras son reproducciones de originales griegos o, más habitualmente, romanos, copias de griegos. Yo había estado en Grecia 18 años antes (no viajo muy seguido) y en esa oportunidad también había comprado otra estatuita, en este caso de Pitágoras, cosa que también se puede comprobar con la foto. Recordemos, de paso, que Pitágoras fue el primero en usar el nombre de filosofía y se llamó a sí mismo filósofo (D.L. I, 12, frag. 262 CEL). No es necesario aclarar acá mi vínculo con la filosofía.

Muy grande fue mi sorpresa al comprobar lo parecido de las estatuitas en particular al ponerlas juntas, aunque una, por el paso del tiempo, estaba un poco más oscurecida.

En realidad, y sin entrar en disquisiciones lógicas, puedo afirmar que ambas son idénticas. Y, si ambas son, como supongo, copias de originales finalmente griegos, me atrevo a afirmar que los antiguos consideraron -al menos en algún momento- que Sófocles y Pitágoras eran la misma persona. Esto suena muy extraño e inquietante y supondría hacer una revisión de la historia de la filosofía griega, su cronología y, por qué no, de la cultura. No quiero avanzar con la imaginación por este lado, que trastocaría todo lo aprendido. Pero, por otro lado, y teniendo en cuenta que un grupo de gente interesada por la filosofía, los integrantes del Seminario, estamos dedicados desde hace más de un año a un dramaturgo como Shakespeare, esta identificación serviría incluso para justificar, casi trascendentalmente, nuestra propia actividad en el Callejón.

Tengo otra estatuita más, de Platón. Por el momento la veo diferente de estas otras dos, pero tengo temor por lo que pueda llegar a descubrir dentro de algunos años…

***

El otro hecho extraordinario, aunque más personal, se relaciona también con el teatro. En el 2012, escribí una obra,

Luna roja. El caso es que, como no conseguía director, se me ocurrió mandarla a algunos concursos destacados (4), total… Mi sorpresa fue que tuvo bastante reconocimiento, ya que, en un concurso nacional organizado por la provincia de Buenos Aires (III Concurso nacional de teatro “Enrique Santos Discépolo) obtuvo una mención (hubo un primer premio y seis menciones sobre más de 400 obras presentadas, bueno, eso dicen) y es probable que el ex compañero Telerman (digo “ex compañero” no porque haya dejado de ser peronista, sino porque realmente fue compañero de cátedra hace un tiempito) me entregue el certificado correspondiente (digo “es probable”, pues él es el director del área cultural, pero vaya a saber qué pasará realmente, burocracia estatal mediante) . Se supone que la editarán digitalmente y está la posibilidad de que se la pueda representar, aunque solo la posibilidad. Pero eso no fue todo, también fue seleccionada -aunque no ganó- en otro concurso organizado por Argentores (Contar1). Dado que es la primera obra larga que escribo y mando a concurso, todo esto me puso muy contento y, por ese motivo, quería participárselos, pues directa o indirectamente, como señalé cuando hice mi exposición sobre Shakespeare, el Seminario tiene bastante que ver con mi relación con el teatro.