Rorty 25 La reconstrucción de la filosofía
Colegas de Richard Rorty dicen que más allá de virtudes o defectos del filósofo norteamericano hay que reconocerle que fue él quien introdujo en la escena de la filosofía de su país a un pensador tan exótico como John Dewey.
A nadie se le podría haber ocurrido que en medio del giro linguístico uno de sus miembros más activos iba a llevar como invitado a un hombre no sólo ignorado por los claustros universitarios sino a una especie de entelequia anticuada cuyos intereses nada tenían que ver con la actualidad filosófica.
Hombre formado en la tradición del siglo XIX se había constituído en una celebridad nacional por su labor en las reformas educativas y por sus proyectos legislativos. Una especie de pedagogo bien intencionado y liberal ya muerto hacia décadas durmiendo en el arcón de los viejos juguetes.
Una vez más Rorty nos evoca a Gilles Deleuze que recuperó a un filósofo olvidado como Henri Bergson, de la misma época de Dewey, que tampoco era nombrado sino, además, descartado por pertenecer a una forma de pensamiento espirituoso e idealista soterrado por años de fenomenología y marxismo.
Nosotros mismos en estos escritos hemos señalado que Dewey era un filósofo menor, sin embargo, en esta experiencia de lectura que hacemos de la obra de Richard Rorty variarán algunas ideas en la medida en que nuevos textos se acerquen al lector – es decir en este caso a mi – y nuevas asociaciones se me puedan ocurrir respecto del objeto de nuestro estudio.
En este sentido adoptamos la metodología musical de las variaciones sobre un tema.
El texto de John Dewey La reconstrucción de la filosofía nos parece constituir la fuente de inspiración de las nuevas ideas de Rorty respecto de la tarea y de la misión del filósofo contemporáneo. Es como si hubiera necesitado que le diera la mano una autoridad aunque fuere vetusta para poder aferrarla y saltar del carousel escolástico de la filosofía analítica.
Este libro no sólo le fue útil sino que lo es para todos aquellos interesados en el pensamiento filosófico. Nos traza un recorrido por la historia de la filosofía que presenta ideas fuerza de sus principales exponentes a la vez que un punto de vista original y novedoso.
Dewey le da un nombre a la perspectiva de la que parte, la llama pragmatismo, y esta palabra cuyo sentido ha sido usado y abusado hasta perder toda identidad, la recupera a medida que teje su tela interpretativa y corona el dibujo en la última parte del texto.
Dewey reune en el año 1919, terminada la primera guerra mundial, una serie de conferencias que dió en Tokio en la Universidad Imperial de Japón. Parte de una retrospectiva de lo que considera el nacimiento de la filosofía, sigue por la ruptura que marca en esta historia la experimentación científica, nos da sus ideas sobre las nociones de experiencia y razón, y finalmente, encadena tres capítulos en los que se refiere a los límites de la logica, a ideas sobre la moral, y a la conexión entre el pensamiento y las prácticas sociales.
Es interesante su visión de la aurora de la filosofía en Grecia. Aunque comience a la manera de la ilustración tradicional del mundo de los mitos, desdeña la idea de que la filosofía separó las tinieblas míticas para introducir la luz de la razón.
Subraya el aspecto nuclear de la función de la memoria en leyendas, ritos y cultos, que lejos de retratar una realidad, es testimonio de los deseos y de las emociones de los hombres. La memoria en acción es una muestra de la subjetividad popular y se materializa en las costumbres.
Este mundo es imaginativo. Dewey dice que el hombre fuera de sus momentos de lucha y trabajo, vive en un mundo de sueños. Y si se quiere interrogar por los inicios del pensamiento filosófico, se verá que la filosofía está más cerca del drama y de la poesía que de la ciencia.
La filosofía nace a partir de lo que llama “un armazón imaginativo duradero”. Llama a Platon el restaurador de la moral mediante el invento de la metafísica que ante la crisis moral de la Polis, con las figuras trascendentes del Ser y del Universo, del Cosmos y la Idea, encuentra los sustitutos de los valores en crisis.
Platón se había percatado, nos dice Dewey, que la filosofía tenía que extraer el núcleo esencial de la moral de entre las creencias tradicionales del pasado que veía en peligro.
Rorty 26 Concepción pragmática del saber
Para Dewey el filósofo Francis Bacon es quien ha sido el primero a partir del siglo XVI que ha sentado las bases de una concepción pragmática del saber. El filósofo inglés ha denunciado lo que llamó el saber pendenciero de los escolásticos basado en terminologías complicadas y – como dice Dewey – lógicas sutilizadoras encubiertas por una falsa devoción a las formas simplemente externas de la demostración científica completa y minuciosa.
Esta crítica es la misma que empleará Rorty respecto de la filosofía analítica.
Dewey ve en Bacon a un revolucionario que no sólo se despegó del saber pendenciero sino que también consideró insuficiente lo que llamó “el saber delicado” de lo aficionados a la literatura que abundaban en el Renacimiento y el de los cultores del “saber fantástico” de los amantes de la magia y de los derivados de la alquimia.
Bacon propone otro punto de partida para el conocimiento esta vez basado en una lógica del descubrimiento y no en las destrezas de la argumentación, la demostración y la persuación. Se trata de alejar al pensamiento de las seducciones de la retórica y la lógica y llevarlo a un campo experimental en donde la creatividad, la inventiva y el deseo de novedad se hagan lugar en desmedro del respeto de las autoridades y el peso de la tradición.
Dewey sigue a su mentor y nos ilustra con ejemplos del pequeño mundo animal del que dice que la araña que se desplaza por la tela que su propio cuerpo segrega es la versión en un ser de otra especie de los practicantes del razonamiento puro. Aquellos que se enfrentan a este tipo de ejercicio y pretenden por su empirismo más cerca de lo real, no son más que hormigas que no hacen otra cosa que cargar de datos sus cerebros y acumular ejemplos en una infinita y monótona casuística.
Propone para la nueva empresa inaugurada por Bacon detenerse en la observación de los viajes de las abejas que experimentan y modifican el mundo de las formas gracias a los cuales comunican un reino con otro.
Por otro lado Bacon sostiene que el trabajo científico es cooperativo, no se apoya en la iluminación de cada sabio por separado sino en la complementación de quienes son partícipes de una labor colectiva. La ciencia deviene así una práctica social.
Dewey dice que la voluntad de saber no es algo esencial a la naturaleza humana. El pensamiento es hijo de las dificultades que presenta la vida. La necesidad de supervivencia y los atolladeros en los que nos encontramos exigen el desarrollo y la acción de nuestra mente, pero sólo se convierte en pensamiento en la medida en que las respuestas prácticas son conscientes, articuladas y comunicables.
Más de una vez afirma que la filosofía se equivocó de idealismo. Despreció desde sus mismos orígenes el mundo del trabajo que considero propio de esclavos, y más tarde no hizo más que continuar con este desprecio con la inferiorización del trabajo manual que consideró servil hasta el mismo artesanato. El mundo mecánico fue inferior frente al de la contemplación que cobijaba el mundo de los fines, de aquellos que Aristóteles derivaba de las causas formales y finales, mientras la pobre causa eficiente se arrastraba por la materia perecedera.
Para Dewey se trata de reinvindicar el mundo de la mecánica y sentar sobre él un nuevo idealismo al que llama idealismo práctico y progresivo. Este idealismo no se satisface con el enunciado de los fines de la acción sino que mide, calcula y reflexiona sobre la consistencia instrumental de la acción, de la suficiencia de los medios y la eficacia de los resultados. El éxito es parte del nuevo mundo de la moral.
No por eso es partidario del utilitarismo al que considera una filosofía válida para un momento de transición, su insistencia en la importancia de los medios reside en que las morales puritanas que subrayan el aspecto fundamental de los fines y de las intenciones morales, al sortear el universo de las posibilidades de realización de las metas anunciadas no son más que sentimentalismos que de prolongarse en su autoemotividad se convierten en fanatismos.
La pureza sectaria de los fines que se pretende alejada del mundo de los intereses prosaicos no es más que la antesala de la violencia y la destrucción. La mecánica puesta en funcionamiento por el conocimiento científico iniciado por la astronomía del siglo XVII, la física y la química del siglo XVIII y la biología del XIX, guian a la moral por los nuevos conceptos de experiencia y razón.
Rorty 27 Obstáculo y pensamiento
Hay un problema con la noción de “experiencia”. La experiencia no es el cúmulo de datos que una consciencia recibe a través de los sentidos del medio en el que vive. La experiencia no es sólo el resultado de lo que acontece por las puertas sensoriales que nos comunican con el mundo. Nuestro cuerpo no se reduce a ser un ventana abierta que conecta las vibraciones de la vida. No se define por la porosidad.
Para Dewey toda experiencia se basa en un obrar. Es activa. No separa el hacer del padecer. El conocimiento existe en función de la experiencia. La denominada Razón no se aplica a la experiencia como si fuera un molde que le da forma a la materia prima sensible. Es parte de la experiencia.
El tiempo se inscribe en el cuerpo. La repetición de los actos depositados en la memoria no duermen a la espera de su convocatoria. Toda memoria es activa y emotiva. Los hábitos o la costumbre son el resultado de los sedimentos que deja la experiencia. Pero al mismo tiempo la función activa que resulta de la operación racional hace que la costumbre no se convierta en una servidumbre del pasado sino en el punto de partida de nuevas experiencias.
Se critica lo que se llama el “naturalismo” de Dewey. Por este naturalismo hace derivar el pensamiento de la vida. La vida no es una aparición milagrosa sino la presencia de una fuerza que siempre se encuentra en tensión respecto de otras fuerzas. Se define por la dificultad. No hay pensamiento si no hay obstáculo. Lo griegos definían al obstáculo con la palabra “problema”. No se necesita pensar si no hay escollo.
Cuando se dice que hay una “naturalización” de Dewey del pensamiento de Hegel, es porque la dialéctica hegeliana de la lucha entre contrarios es enriquecida por la visión de Darwin de la selección de las especies.
Se traza una continuidad en el reino biológico de los seres que luchan por su supervivencia. En este sentido no hay diferencia entre la ameba y el hombre. La singularidad del hombre es la razón, pero la inteligencia racional es inmanente a la vida. No se agrega como una chispa a la materia. La mente integra el cerebro, el cerebro es parte de los seres que habitan la tierra, y la tierra es un punto en el cosmos. Es una versión del pragmatismo holístico.
Dewey se comunica por esta vía con Nietzsche para quien el conocimiento no es una inclinación natural que vincula por esencia y verdad a lo semejante con lo semejante. El secreto del universo aristotélico llamado motor inmóvil no está a la espera del sabio contemplativo situado por encima de las pasiones que refleja con su parsimonia el centro universal con el justo medio del conocimiento.
La vida es lucha y el conocimiento un sistema de tensiones que comienza a funcionar en las situaciones apremiantes. Pensar es salir. Buscar la salida es pensar. El concepto principal de Gilles Deleuze es la línea de fuga, y su interés por la etología le hace conectar la idea de libertad con la de salida. Para el animal la libertad se sostiene en el conocimiento de cuál es la salida de un territorio. Hay pensamiento cuando hay peligro.
Dewey dice que el investigador es un cazador. Vamos a la caza de dificultades. La mente es voraz. Necesita obstáculos. Un pensamiento libre se pierde a sí mismo. Toda ventana necesita un marco. Toda carrera tiene obstáculos. Dewey dice: “ la investigación libre es una actividad deliciosa y absorbente que pone de su lado a los instintos deportivos del hombre”.
Cada éxito es jubilatorio. A la vez que transitorio. Los triunfos se disecan. El pensamiento necesira chocar contra algo para sentirse vivo. Tienen razón los orientalistas cuando dicen que la mente no descansa. No tienen razón cuando creen que hay un blanco o una virginidad en la que la mente puede sumergirse. No hay inteligencia que no se exprese de algún modo en formas. No hay agujero sin bordes salvo en la muerte.
El pensamiento que se pretende contemplativo es una enciclopedia de técnicas de abstención. Nuevamente Nietzsche fue quien se interrogó por los bajos fondos del ascetismo.
Dewey dice que la actividad pensante es un valor por sí mismo. A pesar de hablar de pragmatismo y adherirse a la concepción pragmática de la verdad, no por eso sostiene que el pensar tiene una finalidad particular que está obligado a alcanzar por adelantado. Toda actividad pensante va a un más allá, pero es el allá de la inmanencia. Extensión espacial y repetición temporal.
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