Otelo, el Moro de Venecia
Entre el amor y los celos
Mariana Ramón
YAGO.- ¡Oh, mi señor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte con la vianda que le nutre. Vive feliz el cornudo que, cierto de su destino, detesta a su ofensor; pero, ¡oh, qué condenados minutos cuenta el que idolatra y, no obstante, duda; quien sospeche y, sin embargo, ama profundamente!
Introducción:
Propongo, con este trabajo, que pensemos los temas de los celos y el amor que tan magistralmente están representados en esta tragedia.
Brevemente, y para irnos acercando a ellos, haremos una introducción sobre las otras variadas temáticas presentes en la obra: el poder, la ambición, la sed de venganza, el racismo.
Otelo, el Moro de Venecia, es una de las principales tragedias de Shakespeare. Según Kott, el especialista M. R. Ridley la considera la mejor obra dramática del bardo en relación a los aspectos teatrales. Distintos puestas en escena han acentuado diferentes aspectos donde la “tragedia de los celos y la tragedia de las confianzas traicionadas, el Otelo de la ópera y el Otelo del romance histórico, extienden su influencia hasta nuestros días”.[1] Dice Kott que “si a Otelo se le despoja del tamiz romántico, de los elementos melodramáticos y operísticos, entonces la tragedia de los celos y la tragedia de la lealtad se convierten en una disputa entre Otelo y Yago sobre la realidad del mundo. ¿Cómo es este mundo? ¿Es bueno o malo? ¿Cuáles son las fronteras del sufrimiento? ¿Cuál es el sentido final de los breves y escasos momentos que median entre el nacimiento y la muerte de un individuo?”[2]
Otelo, el Moro de Venecia, es una tragedia diferente, como dice Auden “en casi todas las tragedias la caída del héroe de la gloria a la miseria y la muerte es obra de los dioses o de sus propios actos libremente elegidos, o, más frecuentemente, una mezcla de ambas causas. Pero la caída de Otelo es obra de otro ser humano; nada de lo que dice o hace tiene su origen en el héroe.”[3]
El tema, encarnado en el personaje que da título a la tragedia, son los celos. Otelo está celoso de Desdémona. También otros personajes padecen celos. Yago tiene celos de Casio y de su mujer, Emilia, de quien sospecha haber tenido relaciones con Otelo y Casio, y Rodrigo que también ama a Desdémona y por eso tiene celos de Otelo.
Yago es otro personaje importante que, según algunos críticos, si no fuera porque no es el héroe trágico sería el personaje principal ya que en él recae el desarrollo del argumento.
En esta tragedia no hay ni tantos personajes secundarios ni historias subalternas como en otras obras escritas por Shakespeare, la trama, más que los celos de Otelo y sus reacciones, es Yago moviendo los hilos para su propio deleite y sed de venganza. Por este motivo podemos pensar que hay dos temas centrales: por un lado los celos que siente Otelo y por otro las grandes ansias de poder y venganza de Yago.
Tanto Otelo como Yago están heridos en su identidad. Yago, al no haber sido designado por Otelo y el Moro al sentirse traicionado y herido profundamente por Desdémona.
Yago se siente traicionado y menospreciado por Otelo que le dio el puesto de teniente ascendiéndolo a Casio y no a él. Como consecuencia de esto Yago va a ir ideando diferentes formas de vengarse de ambos. En él están representados la ambición, el deseo de venganza, la capacidad de manipulación, la maldad, la maquinación fría e insensible. Yago desea vengarse de Otelo y lo intenta tratando de que Otelo desee vengarse de Desdémona. Para lograr esto varios personajes caen en sus garras y son manejados a su antojo, manipula constantemente a Otelo y vamos siendo testigos de la transformación que por esto van sufriendo. Es atrapante la forma en que Yago va armando la trama, como la araña con su tela que espera a que caiga su presa: Otelo, Casio, Rodrigo, Emilia, Desdémona, todos están a la merced del titiritero Yago. Yago, como el agua, se adapta al lugar en que está y se mete por los intersticios de la mente del otro para coptarla. Hay un Yago especial para Otelo, otro para Casio, otro para Rodrigo y uno diferente para Emilia o Desdémona.
Yago es un personaje abiertamente perverso y maligno, no duda en develar, como ante Rodrigo, su doble conciencia. Desde el principio se presenta como “No soy lo que parezco”, es ambicioso, celoso, envidioso, vengativo, manipulador, falso, carente de escrúpulos pero aparenta ser honesto, leal, servicial.
Yago se define con una frase cuando le dice a Rodrigo:
YAGO.-... Le sirvo para tomar sobre él mi desquite (...) Hay otros que, (...), no dan a sus señores sino la apariencia de su celo, los utilizan para sus negocios, y cuando han forrado sus vestidos, se rinden homenaje a sí mismos. Estos camaradas tienen cierta inteligencia, y a semejante categoría confieso pertenecer. Porque, señor, tan verdad como sois Rodrigo, que a ser yo el moro, no quisiera ser Yago. Al servirlo, soy yo quien me sirvo. El cielo me es testigo; no tengo al moro ni respeto ni obediencia; pero se lo aparento así para llegar a mis fines particulares.(...) ¡No soy lo que parezco!
Aquí Shakespeare nos presenta a Yago en toda su integridad, con todas sus facetas. No nos oculta sus intenciones. Claramente Yago no es lo que parece. Expresa sinceramente sus propósitos y su forma de actuar. ¿Cuáles son las causas esgrimidas para esta conducta? ¿La sed de venganza, los celos, el odio, la envidia? ¿O es pura maldad? ¿Lucifer encarnado? Auden concibe a Yago como un villano malvado que disfruta haciendo sufrir a otro. Lo asemeja a un “bromista de mal gusto” que se divierte haciendo bromas pesadas. “Yago tiene el placer de convertir a un hombre tímido y convencional en un criminal agresivo” refiriéndose a Rodrigo que “... no solo es tímido y convencional, sino también incapaz de concebir un odio apasionado.”[4] Yago lo persuade de que puede llegar a ser lo que no es: encantador, valiente, exitoso. Rodrigo se convierte en asesino y nuevamente el motivo son las razones que le dio Yago.
Según Harold Bloom Yago exige la restauración del equilibrio destruido al ser nombrado Casio y lo hará por los medios que conoce: los de la guerra. “Haber sido descartado a favor de Casio es ver la propia voluntad reducida a nada y el sentido personal del poder violado. La victoria del poder exige por lo tanto la restauración del poder, y el poder para Yago no puede ser sino el poder de la guerra: mutilar, matar, humillar y destruir (...)”[5]
Según Kott “El Yago demoníaco fue un invento de los románticos, Yago no es un demonio, sino un arribista contemporáneo. (...) Yago es un voluntarista,. Uno puede hacer de sí mismo todo lo que quiera e imponer a otros su voluntad. Los demás sólo son un instrumento. Se pueden moldear como la arcilla. Yago, como Ricardo III no odia a la gente, sino que más bien la desprecia. Yago dice: el mundo se compone de canallas y de tontos, de los que devoran y de los que son devorados. (...) Los débiles no merecen compasión; son igual de asquerosos que los canallas, pero más necios que los fuertes. El mundo es vil. Otelo dice: el mundo es bello y la gente es noble. Para él, existen el amor y la lealtad.”[6] Pero finalmente Yago es el que tendrá la razón: el mundo es cruel y él también será víctima de la crueldad.
Para McLeish[7], los argumentos que Yago menciona son insuficientes como para justificar sus acciones, considera que su verdadera razón es la venganza. Yago quiere el puesto de Casio, al que envidia y cela por haberlo conseguido y desea vengarse de él, aunque también mencione otras razones como la sospecha del Moro, “por haber merodeado su alcoba” y se deje entrever cierto racismo.
Shakespeare nos muestra cómo Otelo va cayendo en la trampa de Yago, y se ve impelido a realizar actos que van en contra de su misma identidad.
Pero, Otelo, ¿cambia o finalmente deja traslucir su identidad de “bárbaro”? Hay una pregunta que nos interpela: ¿Algunas emociones, locas pasiones, nos pueden llevar a actuar como finalmente termina actuando Otelo? Según Harold Bloom “...unos impulsos que no podemos dominar nos viven nuestra vida.”[8] Somos arrastrados, impelidos, empujados.
Frente a lo que consideramos un ataque físico o psíquico surge la reacción instintiva: parálisis, huida o contraataque. No media razonamiento o reflexión. Otelo no mató por odio sino por honor. Estaba en riesgo su identidad, iba a desaparecer como hombre digno de respeto por sí mismo y los demás. Ya no tendría su “buen nombre”.
Dice Harold Bloom que “Otelo ve el mundo como un teatro para su reputación profesional; el más valiente de los soldados no tiene ningún miedo a la muerte literal en el campo de batalla, que no hará sino dar más brillo a su gloria. Pero que su propia esposa le ponga los cuernos, y con su subordinado Casio como el otro ofensor, sería una muerte mayor, metafóricamente una muerte-en-vida, pues su reputación no sobreviviría a ella, particularmente ante su propia visión mítica de la fama.” [9]
La muerte de Desdémona para Otelo era un sacrificio, no un asesinato. La sacrificó para ser desagraviado y poder seguir siendo lo que fue. Otelo debe sacrificarla para volver él a renacer en su honor, como hombre honorable, volver a la vida reivindicado. Si la considera inocente, comente asesinato, si ella es culpable, la sacrifica y él debe ser la mano de la justicia.
El racismo:
Este tema es interesante mencionarlo porque para muchos críticos es crucial en el desarrollo de la tragedia ya que en él encuentran la clave de las acciones de Otelo.
Otelo al principio se nos presenta como hombre honrado, valiente, honesto y luego aparecerá otra faceta totalmente opuesta que nos cuestiona y nos provoca una disonancia cognitiva. Esta nueva faceta es de un ser maligno, descontrolado, vengativo, asesino. En él aparece un cambio profundo de personalidad. Según la prologuista González Padilla, esa era la volatilidad que los europeos achacaban a los hombres de otras razas.[10]
En relación a esto Kott transcribe a Victos Hugo que dice:
“¿Qué es Otelo? Es la noche. Es un inmenso representante de la fatalidad. La noche está enamorada del día. La oscuridad ama el amanecer, un africano adora a una mujer blanca. Desdémona significa para Otelo la claridad y al mismo tiempo la locura. Y por eso le resulta tan fácil caer en los celos. Es grande, es magnífico, es majestuoso, está por encima de todos; le acompaña un séquito de bravura, batallas, trompetas, banderas, fama; le rodea la gloria de veinte victorias: por encima de Otelo sólo están las estrellas, pero tiene un problema: es negro. Y de este modo los celos convierten al héroe en un monstruo, y un hombre negro se convierte en un negro. ¡Qué prisa se ha dado la noche en llamar a la muerte!”[11]
Para Auden “el carácter de Otelo, demasiado crédulo y bondadoso, es síntoma delator para compensar sus miedos y resentimientos reprimidos.”[12]
¿Hay, en esta tragedia, una referencia explícita al racismo? Dicha referencia está expresada claramente al principio en los diálogos que mantienen Yago, Brabancio, padre de Desdémona y Rodrigo, por ejemplo cuando dicen:
YAGO.-... En el momento en que hablo, en este instante, ahora mismo, un viejo morueco negro está topetando a vuestra oveja blanca. ¡Levantaos, levantaos! (...) si no, el diablo va a hacer de vos un abuelo!
O cuando dice:
YAGO.- ¿(...) dejaréis que cubra a vuestra hija un caballero berberisco? Tendréis nietos que os relinchen, corceles por primos y jacas por deudos.
Más adelante Brabancio le dice a Otelo:
BRABANCIO.- ¡Oh, tú, odioso ladrón! (...), has debido hechizarla, pues me remito a todo ser de sentido, si a no estar cautiva en cadenas de magia es posible que una virgen tan tierna, tan bella y tan dichosa, (...), hubiera incurrido nunca en la mofa general, escapando de la tutela paterna para ir a refugiarse en el seno denegrido de un ser tal como tú, hecho para inspirar temor y no deleite. (...). Te prendo, pues, y te acuso, como corruptor de personas y practicante de artes prohibidas y fuera de la ley.
Amor prohibido, hechizado, contra natura. Desdémona ama a Otelo contra la voluntad de su padre. Se enamora del diablo que la encandiló con sus magias negras.
Para Auden “sin duda hay diferencias entre los prejuicios raciales del siglo XX y los del siglo XVII (...) Versos como: “...un viejo carnero negro está montando a tu blanca borrega... El rudo abrazo de un moro lascivo... Que deleite el de ella: ver al diablo,” son pruebas de que las fantasías paranoides del hombre blanco, donde el negro aparece como alguien al mismo tiempo menos capaz de controlarse y sexualmente más potente que los blancos –fantasías que lamentablemente conocemos demasiado bien-, ya predominaban en la época de Shakespeare.”[13]
El amor:
Dice Deleuze que “enamorarse es individualizar a alguien por los signos que causa o emite”[14], Desdémona se enamoró del Moro por su individualidad, su diferencia. Él aparecía ante ella como un signo, un “alma”, un mundo desconocido por conocer y descifrar. Según Deleuze: “El ser amado aparece como un signo, un "alma": expresa un mundo posible desconocido para nosotros. El amado implica, envuelve, aprisiona un mundo que hay que descifrar, es decir, interpretar. Se trata incluso de una pluralidad de mundos; el pluralismo del amor no sólo concierne a la multiplicidad de los seres amados, sino a la multiplicidad de las almas o de los mundos de cada uno de ellos (...).”[15]
Desdémona y Otelo descubrirán los mundos que hay en ellos, descifrarán sus signos, interpretarán sus expresiones.
Girard explica “que lo que Desdémona desea no es al “verdadero Otelo” sino una imagen mimética nacida de los cautivadores relatos...” Su padre, “Bravancio es para su hija su primer Otelo, no en el sentido freudiano del padre enamorado sexualmente de su hija, o la hija enamorada del padre, sino en el sentido del modelo mimético.” [16] A él es el primero a quien le seducen y apasionan las aventuras de Otelo. Desdémona imita a su padre en relación a este deseo. Va en contra del deseo explícito de que se case con quien él desea pero paradójicamente actúa de acuerdo a los deseos del padre al demostrar éste interés por el Moro. “Bravancio se siente dividido: su razón le dice que Desdémona no debería casarse con Otelo, pero su auténtico deseo, que le ha empujado a traer a ese hombre a su casa, le sugiere subrepticiamente todo lo contrario.”[17] Esto es lo que influye directamente en Desdémona, aunque su padre no se lo haya explicitado con palabras “el deseo puede circular entre el padre y la hija.”
Y, ¿qué tipo de amor siente Otelo por Desdémona?
Harold Bloom, dice: “Él se enamora del amor de ella hacia él.”[18] No era amor lo que él sentía por ella. Ella simplemente era un objeto que le ensalzaba el ego de admiración de sí mismo. Y ella era su trofeo que, a pesar de haber tenido muy buenas oportunidades de casarse, lo eligió a él.
Dice Otelo:
OTELO: “... Me amó por los peligros que había corrido y yo la amé por la piedad que mostró por ellos. Ésta es la única brujería que he empleado...”
Él se enamora del espejo que es ella para reflejar su legendaria carrera, para reflejarlo a él en todo su esplendor. Si parte de nuestra identidad está conformada por lo que los demás piensan de nosotros, por lo que somos para otros, Otelo, en el amor y admiración de Desdémona, se constituye como alguien digno de valoración. Si ella le es infiel ¿él en qué se transforma? Sería un hombre deshonrado, “poco hombre”, desvalorizado, hazmerreír del resto, en un viejo, negro y cornudo, hasta quedaría imposibilitado de ejercer su profesión ya que muere su reputación.
Cuando encuentra los indicios que, a sus ojos, confirman la infidelidad de Desdémona, se desarma la identidad de Otelo y todo su mundo pierde sentido.
Dice Harold Bloom:
“Si la ocupación de Otelo ha desaparecido, entonces ha desaparecido también la hombría, y con ella huye también el orgullo, la pompa y la circunstancia que empujaron a Desdémona a su pasión por él, “circunstancias” que son más que el boato. El caos retorna, en la medida en que se desvanece la identidad ontológica de Otelo, en la dulce venganza de Yago, marcada por la sublime pregunta retórica del villano: “¿Es posible? ¿Mi señor?”
Yago intenta que Otelo profundice en su sensación de minusvalía cuando le dice:
YAGO.- Mi querido señor, en el hombre y en la mujer el buen nombre es la joya más inmediata a sus almas. Quien me roba la bolsa, me roba una porquería, una insignificancia, nada; fue mía, es de él y había sido esclava de otros mil; pero el que me hurta mi buen nombre, me arrebata una cosa que no le enriquece y me deja pobre en verdad.
Otelo deja de ser quien era, pierde su identidad. Al perderla a Desdémona como objeto de amor se pierde él, deja de ser honrado, íntegro. Él ama su amor por ella, ya no puede amarla, ella mira para otro lado, él perdió su objeto, queda boyando en el vacío. Si no es su objeto de amor lo será de su odio. Se queda solo, abandonado. Es negro y viejo. Enloquece, se obnubila, nace su necesidad de revancha, su ira.
Por otro lado amamos nuestra idea de lo que es el otro. Si el otro deja de coincidir con esa idea se puede transformar en un ser odiado y repudiado.
Según Kott Desdémona “tiene que tener algo de puta. Potencialmente; es decir, no in actu sino in potentia. De lo contrario la obra no podría desarrollarse, porque Otelo resultaría ridículo; y no puede serlo. Desdémona estaba obsesionada con Otelo, pero todos los hombres, Yago, Casio, Rodrigo, están obsesionados con ella. Quedan atrapados por su encanto erótico.”[19] Desdémona desea a Otelo y cuanto más expresa su deseo, más sospechas genera en Otelo, como dice Kott “ más se convierte a los ojos de Otelo en una ramera; eso es lo que fue, lo que es y lo que siempre será. Cuanto más lo desea, cuanto más lo ama, con mayor facilidad cree que puede o pudo haberle sido infiel. (...) Desdémona es una víctima de sus propias pasiones. Su amor testifica contra ella y no a su favor. El amor la lleva a la perdición.”[20]
Los celos:
Volvamos atrás para retomar un tema que será analizado en profundidad: los celos, amor tortuoso, sospechado, despreciado. Gran dolor provocado por el temor, fuente de alienación.
Luego de que Yago instala la semilla de la duda en Otelo sobre la fidelidad de Desdémona, éste comienza a pensar en dos realidades diferentes, cosa que lo enloquece, necesita creer en una para poder actuar en consecuencia. Yago es muy astuto y permanentemente pone en palabras esta duda para manipularlo psicológicamente y así salir victorioso.
Yago dice:
YAGO.- Os suplico -aunque quizá soy mal inclinado en mis conjeturas (pues confieso que es una enfermedad de mi naturaleza sospechar el mal, y mis celos imaginan a menudo faltas que no existen)- que vuestra cordura, sin embargo, no conceda ninguna importancia a un hombre cuya imaginación se halla tan propensa a equivocarse, ni construya una armazón de inquietudes sobre el fundamento poco sólido de sus observaciones, imperfectas. No convendría a vuestro reposo, ni a vuestro bienestar, ni a mi fortaleza varonil, honradez y prudencia, permitir que conocierais mis pensamientos.
Yago se presenta como un espejo en el cual Otelo debe reflejarse. Él dice ser celoso, imaginativo y propenso a equivocarse y al expresarse de este modo da a entender a Otelo que debe sospechar y dudar, le genera intriga porque dice y no dice. Shakespeare demuestra su gran conocimiento de las características de la psiquis humana, cómo el decir sin decir provoca en el otro un estado de intriga y sumisión que permite la manipulación.
Dice Auden que “Yago no necesita mentirle a Otelo, simplemente mostrarle otra posible interpretación de los hechos, esto tiene como efecto el hacerle conciente a Otelo lo que él ya sospecha.”[21] Según Auden Otelo es celosos antes de que Yago intervenga y solo era cuestión de tiempo el desenlace.
Yago invierte la historia, los hechos, los resignifica, Otelo los empieza a ver de otra manera, la desobediencia de Desdémona a su padre (“... burló a su padre, bien podría engañarte”), su amor por él que es negro, viejo y de condición totalmente diferente a la de ella, como signos de traición, o que Casio conociera desde el principio el amor entre ambos sirviendo de intermediario, como signo de engaño. Bajo esta nueva luz, lo que era amor ahora es perversión o sospechosa inclinación.
¿Qué son los celos? ¿Qué tipo de celos padece Otelo?
Shakespeare da una definición de los celos cuando Emilia dice:
EMILIA: ... pues el celoso no está por causa alguna.
Está celoso por que está celoso,
monstruo que a sí se engendra y de sí nace.
Explicita las consecuencias de este estado emocional cuando dice:
EMILIA: ... porque ardiendo en miserables celos
nos oprimen, o acaso nos golpean
o inquieren sin piedad nuestro pasado.
La palabra celos sabemos qué significa, está ampliamente difundida y se refiere a una emoción que todos hemos sentido.
A pesar de esto es llamativo el escaso o nulo lugar que se le da en los diccionarios a la definición. En el diccionario de la Real Academia Española no existe la palabra “celos”, sí “celo” y “celoso” y, dentro de otras acepciones que tiene, en relación al tema dice:
Celo viene del griego ζε?ν: hervir, a través del latín Zelus de donde vienen celo como ardor o pasión por algo y también como apasionada sospecha o inquietud de que la persona amada ponga su interés en otro.
Entre otras acepciones las relacionadas con el tema que estamos analizando son:
3. m. Recelo que alguien siente que cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda llegue a ser alcanzado por otro.
7. m. pl. Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra.
O sea que los celos están definidos como el temor, la desconfianza y la sospecha de que la persona amada haya mudado su cariño hacia otra persona o que esa persona llegue a ser alcanzado por otra.
Los celos, ¿forman parte del amor? ¿Son un ingrediente más, prueba de deseo e interés, una consecuencia lógica? Desdémona dice que ama los celos de Otelo.
El amado emite signos que pueden ser engañosos, así como están dirigidos al ser amado también expresan mundos de los que estamos excluidos. Cada signo puede significar que otros han sido o serán beneficiados por los mismos. Deleuze dice que “hay una contradicción del amor. No podemos interpretar los signos de un ser amado sin desembocar en estos mundos que no nos han esperado para formarse, que se formaron con otras personas, y en los que no somos en principio más que un objeto entre otros.”[22] El celoso sufre esta exclusión, se tortura con la duda de si otros han sido beneficiados en esos mundos a los que no pertenecemos. Trata de estar atento a descifrar todo del otro esperando encontrar un “síntoma de mentira” para descubrir la verdad. Según Deleuze “la primera ley del amor es subjetiva. Subjetivamente los celos son más profundos que el amor, contienen su verdad. La razón está en que los celos llegan más lejos en la recogida e interpretación de los signos. Son el destino del amor, su finalidad. En efecto es inevitable que los signos de un ser amado, desde que los explicamos, se manifiesten engañosos. Dirigidos y aplicados a nosotros expresan, sin embargo, mundos que nos excluyen.”[23] Desdémona pertenece a otro mundo, al de las mujeres de la sociedad Veneciana, mundo totalmente ajeno al Moro y Yago se encarga de insinuarle la dudosa actitud de estas mujeres, capaces de pecar ocultando lo hecho.
Desde el punto de vista antropológico los celos tendrían una función social. La sociedad ejerce cierto control sobre la sexualidad imponiéndole formas y reglas. Los celos como conducta arcaica habrían funcionado como límite a los merodeadores frente al riesgo de perder su objeto de amor y tendrían como fin evitar que se llegue a mayores violencias en la lucha por las mujeres. Esto en relación al hombre, en relación a la mujer los celos habrían tenido la función de defender y proteger a su hombre como proveedor. Mantener la monogamia era importante para asegurarse la legitimidad de los descendientes y respetar la herencia. Ya en la Biblia aparece una clara referencia a la monogamia, el 7º mandamiento dice: “No cometerás adulterio.”
En psicología distintas teorías hacen hincapié en diferentes áreas, la psicodinámica en lo reprimido donde la situación actual resonaría en el inconsciente manifestándose como síntoma; la psicología cognitiva, en los procesos de interpretación de los hechos de acuerdo a la forma de pensar, las creencias, los valores; la psicología sistémica que da preponderancia a lo interrelacional, qué pasa en la relación que genera determinadas consecuencias, incluyendo lo comunicacional en el sentido de las historias que narramos y nos constituyen. El lenguaje como representación del mundo que habitamos, si este cambia, se amplían las fronteras, se expanden las posibilidades, surgen otras opciones (Desdémona, adúltera, Otelo, asesino).
En Hamlet Shakespeare hizo de él un personaje donde hay profundidad en lo interno. Hamlet nos muestra sus reflexiones, replanteos y cavilaciones. En Otelo podemos observar un mayor desarrollo de lo interaccional. Yago, en la interacción con Otelo, es quien con sus actitudes y sus palabras le inocula a Otelo la duda. Shakespeare no nos muestra a un Otelo cavilando en sus dudas. El Moro no reflexiona sobre sus posibles elecciones sino que se ve impelido a realizar sólo una: matar a Desdémona y a Casio, sin cuestionarse ni reflexionar otras opciones. Como si la situación lo obligara a realizar solo esa acción. Otelo duda sobre qué pensar en relación a la fidelidad de Desdémona, pero una vez que está seguro sabe cómo actuar, sin dudar.
En psicología no existe una clara diferenciación entre los celos normales y los patológicos. Esta parece estar, por un lado relacionada con el registro de la realidad y por el otro con el monto de emoción y las consecuencias que éste acarrea en la vida del sujeto. Los celos tienen una variación en relación a la cantidad, de menor a mayor intensidad, desde normales, y hasta deseables, ya que la persona que es celada se siente valorada y deseada, hasta el extremo donde los comportamientos del celoso puede llegar a ser agresiones físicas y psicológicas. En la tragedia en un momento el Moro agrede verbal y físicamente a Desdémona donde surgen sentimientos ambivalentes de amor-odio, confianza-desconfianza.
Para los celos exagerados o incomprensibles, sin ser delirantes no hay referencias ni en los diferentes DSM o en las clasificaciones psiquiátricas.
En Otelo los celos, ¿son normales o patológicos? Como primer acercamiento al tema ¿podemos pensar que padece celos patológicos en el sentido de que tiene sospechas de infidelidad sin ningún fundamento? ¿Él ya era celoso o es Yago el causante del despertar de sus celos? Permanentemente Yago, en su doble discurso, insinúa lo que luego él mismo pone en dudas. Otelo, para no enloquecer y estar convencido de la infidelidad, necesita una prueba que sea irrefutable y Yago se la da: escucha e interpreta erróneamente una conversación y como prueba material: le entrega un pañuelo que él le había regalado a Desdémona. A medida que se va desarrollando la tragedia lo culpamos y odiamos a Yago, pero ¿es el culpable? ¿O en el Moro ya había tierra propicia donde germinara la semilla de los celos? ¿Se sentía en desventaja frente a los otros hombres ante los ojos de Desdémona por la edad y la raza? Si no hubieran hecho resonancia con sus propias dudas, podríamos pensar que influidas por sus inseguridades al ser negro y viejo, no hubiera tenido esos sentimientos. Dice Auden “... para Otelo su matrimonio es menos importante como relación sexual que como símbolo de que es amado y aceptado como persona, como humano dentro de la comunidad veneciana. El monstruo que guarda en su mente, demasiado horrible para mostrarlo, y que ha reprimido hasta entonces, el miedo a ser valorado solamente porque es útil a la ciudad. De no ser por su profesión, sería tratado como un bárbaro negro.”[24] Según Auden, Otelo padece una lucha interna consecuencia del racismo introyectado.
Para Girard los celos de Otelo no empiezan con las insinuaciones de Yago sino que “tienen su origen en una debilidad interna que hace que (...) se sienta invadido por el pánico.”[25] En Otelo esta debilidad estaría en su propia condición: es negro, de mayor edad, no pertenece a la clase social ni al mundo de Desdémona, en contraposición a Casio, quien actuó como intermediario, que sí es blanco, joven, elegante, pertenece al mismo mundo que Desdémona, lo que hace de él un perfecto rival. Desdémona, al mencionarle a Otelo la ayuda que les brindó Casio como intermediario, sin querer, le hace recordar lo que más quiere olvidar. Girard dice que “Yago no hace más que reforzar las sospechas de su amo”[26], en este sentido aparece como un doble mimético, uno es el reflejo del otro. Yago es el encargado de poner en palabras lo que Otelo se niega a aceptar: tarde o temprano Desdémona está condenada a enamorarse de un joven de su condición.
La infidelidad daña la sensación de mismidad, el orgullo y el amor propio, la autoestima. Los celos son una emoción compleja. Desde el punto de vista de la psicología cognitiva los celos patológicos son un trastorno que está caracterizado por distorsiones en el pensamiento, en las creencias, en las percepciones, lo que tiene como consecuencias determinadas emociones y acciones que terminan siendo autoperpetuantes. Otelo, por ejemplo cuando escucha la conversación, no duda sobre el contenido y da por cierto lo que él infiere y cuando Yago le cuenta del pañuelo no piensa otras posibilidades, sólo corrobora su creencia previa.
La influencia que ha tenido Shakespeare en la sociedad es muy grande ya que en Internet figura el SME de Otelo y dice:
“El síndrome de Otelo o celopatía, coloquialmente conocidos como celos enfermizos, es un trastorno neurológico delirante que se manifiesta en la persona afectada mostrando una irracional y excesiva preocupación sobre la infidelidad de la pareja. Por norma general son los varones quienes sufren este síndrome.”
En Freud encontramos un artículo donde hace referencia clara al tema de los celos en “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad (1922-1921)”. También en distintos lugares menciona a los celos como formando parte de una serie de sentimientos normales del Complejo de Edipo o del Complejo Fraterno. Los celos serían, para Freud, un sentimiento universal y crucial ya que permitirían la normal evolución de los sujetos, son celos normales, en el sentido de universales aunque pueden alcanzar niveles emocionales elevados y ser patológicos.
Los celos infantiles fraternos se dan entre hermanos que desean cuidados exclusivos de la madre. No tienen relación con la sexualidad. El deseo de ser únicos para el otro nos lleva a sentir estos celos que pueden trasladarse a celos de un igual en el trabajo o con nuestros hijos. Podríamos pensar que Yago expresa este tipo de celos en relación a Casio quien fue el elegido de Otelo. Otelo no tuvo para con él una elección preferencial.
Según Freud hay un tipo de celos que son estados afectivos normales y pueden estar reprimidos y ausentes en la conciencia pero no por eso dejan de existir en el inconciente o de tener efectos.
Otro tipo de celos que Freud enumera son los celos sexuales, patológicos. Freud teoriza 3 estratos o niveles de celos: 1- de competencia o normales, 2- proyectados y 3- delirantes.
En relación a los de competencia o normales Freud aclara que aunque sean denominados así no son nacidos de los vínculos actuales sino que tienen su origen en las relaciones afectivas primarias y principalmente en el Complejo de Edipo o en el Complejo de los hermanos.
Dice Freud:
“Estos celos, por más que los llamemos normales, en modo alguno son del todo acordes a la ratio, vale decir, nacidos de relaciones actuales, proporcionados a las circunstancias afectivas y dominados sin residuo por el yo conciente; en efecto, arraigan en lo profundo del inconciente, retoman las más tempranas mociones de la afectividad infantil y brotan del complejo de Edipo o del complejo de los hermanos del primer período sexual.”[27]
Se teme perder al objeto de amor y por lo tanto sufrir una nueva herida narcisista y por otro lado surgen sentimientos de hostilidad hacia los rivales pudiendo existir también una autocrítica por la responsabilidad propia de esta circunstancia.
¿Camina el Moro hacia el pasado? Pasado principesco, pasado y presente representado en el pañuelo, regalo de su madre muerta y fetiche de fidelidad. Pañuelo mágico, hechizado, bordado con hilos teñidos de sangre de vírgenes, símbolo de la posesión. Desdémona es del Moro mientras tenga el pañuelo. Pensamiento mágico, concreto, distorsionado.
Otelo sufre por lo que él interpreta como el rechazo de Desdémona. Se siente herido, desvalorizado y menospreciado. Supone que puede ser por su raza o edad. Interpreta la infidelidad de Desdémona como derrumbe de sí mismo (“...se acabarían sus guerras, galardones, honores...”). Esto hablaría de un vínculo regresivo y de extrema dependencia. Su mismidad depende exclusivamente de Desdémona, la sacrifica como forma de recuperar, en ese acto, su honor. Al descubrir la verdad y quedar frente a los demás como asesino sólo le queda el suicidio, ser nada, como consecuencia lógica del derrumbe.
Volviendo a Freud, para él los celos proyectados son aquellos que siente la persona que en realidad desea ser o es infiel y le adjudica la infidelidad a su pareja. En el caso de los celos delirantes también provendrían de deseos reprimidos de infidelidad pero los objetos serían del mismo sexo. O sea que habría un deseo homosexual reprimido.
Esto, según Freud, estaría originado en una ambivalencia en relación al padre.
¿Podemos pensar que Otelo es un homosexual reprimido? ¿Desea inconscientemente a Casio y por eso proyecta el deseo hacia él en Desdémona?
No he leído, en la bibliografía consultada, alusión a dicha posibilidad. Sí en relación a una posible inclinación homosexual en Yago, donde Yago amaría y desearía a Otelo y en la escena en la que Yago le promete matar a Casio, algunos críticos, vislumbran una semejanza con un casamiento del siglo XVI.
En otra de las obras de Shakespeare, El cuento de invierno, Auden interpreta que Leontes sufre este tipo de celos. Dice Auden “Leontes es un típico caso de celos sexuales paranoides causados por sentimientos homosexuales reprimidos.”[28] Leontes está seguro de la infidelidad de su esposa con Polixenes aunque no tiene ninguna prueba y todos lo nieguen, por esto decide darle muerte sin que esto le genere remordimiento ni influya en otras áreas de su vida.
Siguiendo a lo teorizado por Freud podemos pensar que lo que le pasa a Otelo tiene que ver con otra realidad, la verdad está en el inconsciente, con escenas inscriptas en otro tiempo y lugar.
Pero también, siguiendo a Deleuze, podemos pensar que el inconsciente no es un escenario donde están representados diferentes tramas o escenas sino un conjunto de múltiples posibilidades a producirse.
Para Deleuze el inconciente no tiene que ver con un recerbóreo de lo pasado reprimido, sino que es siempre actual. Dice Deleuze:
“... el inconsciente, ni lo tenéis, ni lo tendréis jamás, no es un “ello estaba” cuyo sitio debe ocupar el “Yo”. Hay que invertir la fórmula freudiana, el inconsciente tenéis que producirlo. El inconsciente no tiene nada que ver con recuerdos reprimidos, ni siquiera con fantasmas. No producimos recuerdos de infancia, producimos, con bloques de infancia siempre actuales, bloques de devenir –niño.”[29]
Otelo devino un niño celoso, rabioso, caprichoso, incapaz de detenerse a pensar o reflexionar, deseoso de cumplir su venganza porque Desdémona devino pañuelo perdido y eso no lo puede perdonar. Podemos pensar que Otelo, al devenir monstruo de ojos verdes, se traiciona a sí mismo y a los que en él creían. Otelo genera una realidad actual y su cambiante realidad va produciendo pensamientos y acciones.
Otro de los conceptos importantes de Deleuze, que pueden ser aplicados a lo que estamos pensando, son las líneas, para él “... las cosas, las personas, están compuestas de líneas muy diversas, y que no siempre saben sobre qué línea de sí mismos están, ni por dónde hacer pasar la línea que están trazando: en una palabra, que en las personas hay toda una geografía, con líneas duras, líneas flexibles, líneas de fuga, etc.”[30]
El amor a Desdémona lo lleva a resignar cosas que de ninguna otra forma haría:
Dice Otelo:
OTELO: Pues sábete, Yago, que si no fuera porque amo a la dulce Desdémona no pondría mi libre condición sin domicilio en circunscripción y en confinamiento por toda la riqueza del mar.
Por el amor a ella pierde su condición de estar libre y sin domicilio. Por sus celos se esclaviza de esta pasión que lo lleva a actuar violentamente.
Otelo, hasta que se casó con Desdémona, estaba en un lugar, o en muchos, era un nómade sin lugar. Luego cambia su status y se “instala”, debe abandonar la línea en la que estaba y posteriormente abandonará la línea de hombre lento en recelar, seguro de sí mismo, que daría la vida por la fidelidad de Desdémona (como le dice al padre de ésta).
Otelo está atravesado por líneas, en medio de ellas. Se encuentra “entre” entre Desdémona y Casio, “entre” Desdémona y Yago, entre Casio y Yago, entre el saber y el no saber, entre la duda y la certeza de ser o no cornudo, entre ser honorable o asesino, etc...
Otelo, al asesinar a Desdémona, deja de ser quien era, deviene otro, se desterritorializa.
“... En las líneas de fuga tan sólo puede haber una cosa: experimentación-vida. Y como no hay ni pasado ni futuro, nada se sabe de antemano. Eso de decir “Así soy yo”, se acabó. Nada de fantasmas, sino programas de vida que se modifican a medida que se hacen, que se traicionan a medida que se abren paso, como orillas que desfilan o canales que se distribuyen para que corra un flujo. Sólo hay exploraciones, exploraciones en las que siempre se encuentra al oeste lo que parecía estar al este: inversión de órganos.” [31]
En la tragedia el personaje de Otelo debe vivir en un presente cambiante, no tiene el pasado que tenía ni el futuro que planeó. Otelo actúa cegado por los celos. Se enfrenta a su ira. Devenido el monstruo de ojos verdes, aparece en él el animal asesino sediento de la sangre que lo vengue. Otelo va a matar sin piedad a quien más ama, enceguecido por las pasiones, se dejará engañar por un hombre sin escrúpulos con ansias ilimitadas de poder y venganza.
Esto le muestra una faceta hasta ahora desconocida para sí mimo, de su persona. Si él ya no es quien era, ella tampoco será. Ambos dejarán de existir.
Según Harold Bloom
“La más aguda penetración de Shakespeare en cuanto a los celos sexuales masculinos es ser castrado por la muerte.”[32] .
[1] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 153
[2] [2] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 160
[3] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora. 1999, pág 107-108
[4] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. . Bs. As. Adriana Hidalgo editora, 1999, Pág. 118
[5] Harold Bloom. Shakespeare, la invención de lo humano. Colombia. Grupo editorial Norma, 2008. Pág. 545
[6] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 160
[7] McLeish-Unwin. Shakespeare, una guía. Bs. As. Adriana Hidalgo editora, 1999
[8] Harold Bloom. Shakespeare, la invención de lo humano. Colombia. Grupo editorial Norma, 2008. Pág. 24
[9] Harold Bloom. Shakespeare, la invención de lo humano. Colombia. Grupo editorial Norma, 2008. Pág. 560
[10] W. Shakespeare. Otelo, el Moro de Venecia. . México. Editorial Univ. Nac. Autónoma de México Lectorum 2001. Pág. 16
[11] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 156-157
[12] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. . Bs. As. Adriana Hidalgo editora, 1999, Pág. 138
[13] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. Bs. As. Adriana Hidalgo editora. 1999, Pág. 133-134
[14] Deleuze Gilles, Proust y los signos. España. Anagrama. 1995, Pág. 15
[15] Deleuze Gilles, Proust y los signos. España. Anagrama. 1995, Pág. 16
[16] René Girard, Shakespeare. Los fuegos de la envidia. Barcelona. Editorial Anagrama, 1995. Pág. 374
[17] René Girard, Shakespeare. Los fuegos de la envidia. Barcelona. Editorial Anagrama, 1995. Pág. 235
[18] Harold Bloom. Shakespeare, la invención de lo humano. Colombia. Grupo editorial Norma, 2008. Pág. 559
[19] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 173
[20] Jan Kott. Shakespeare, nuestro contemporáneo. España, Editorial ALBA. 2007. pág 175
[21] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. Bs. As. Adriana Hidalgo editora. 1999, Pág. 139
[22] Deleuze Gilles, Proust y los signos. España. Anagrama. 1995, Pág. 16
[23] Deleuze Gilles, Proust y los signos. España. Anagrama. 1995, Pág. 17
[24] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. Adriana Hidalgo editora. Bs. As. 1999, Pág. 138
[25] René Girard, Shakespeare. Los fuegos de la envidia. Barcelona. Editorial Anagrama, 1995. Pág. 371
[26] René Girard, Shakespeare. Los fuegos de la envidia. Barcelona. Editorial Anagrama, 1995. Pág. 373
[27]Sigmund Freud. Tomo XVIII. Bs. As. Editorial Amorrortu.1976, Pág. 217.
[28] W. H. Auden. El mundo de Shakespeare. Adriana Hidalgo editora. Bs. As. 1999, Pág. 136
[29] Gilles Deleuze y Claire Parnet. Diálogos. España. Pre-Textos. 1997, Pág. 90
[30] Gilles Deleuze y Claire Parnet. Diálogos. España. Pre-Textos. 1997, Pág. 14
[31] Gilles Deleuze y Claire Parnet. Diálogos. España. Pre-Textos. 1997, Pág. 57
[32] Harold Bloom. Shakespeare, la invención de lo humano. Colombia. Grupo editorial Norma, 2008. Pág 559