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Segunda breve historia de la filosofía 40
El mundo de Spinoza
Para llegar a Baruch Spinoza debemos detenernos antes en la ciudad de Amsterdam. La presencia del filósofo nos hace pensar en una Nueva Atenas. Un imperio marítimo, una revolución de clases medias, ambiciones republicanas, estos y otros aspectos que acercan las dos ciudades, aluden a una mutación cultural a pesar de las diferencias que existen entre ambas tanto de época como de lenguaje. El mundo se expande. Tres figuras son responsables de esta nueva configuración: Colón, Lutero, Galileo. Una ciudad será tomada especialmente en cuenta, ya lo dijimos, Amsterdam. El período que nos interesa va del 1580 al 1680. Cien años en los que brilló una nueva forma de vida que se disolverá luego ante el dominio de las monarquías absolutas. Nuevos mares. El mar Mediterráneo alrededor del cual se levantaron las civilizaciones hasta el Renacimiento, ve desplazarse mercancías y hombres hacia otras aguas: el mar Báltico, el océano Índico y, en especial, el Océano Atlántico. El descubrimiento, la conquista y la colonización de América cambia la percepción de lo que era el mundo, a la vez que inunda de riquezas el continente europeo. Con los antecedentes de Copérnico y Bruno entre otros, el cosmos antiguo se hace universo y el orden circular y cerrado se abre a un espacio infinito. Una ontología en la que primaba el reposo como finalidad última de los seres, se rediagrama ahora como un entramado dinámico determinado por el movimiento. El lenguaje que le corresponde es el de la matemática sustituyendo así a un saber coronado por el culto de la palabra. El cisma de la Cristiandad se convierte en un polvorín de sectas. La furia de Lutero y la severidad de Calvino inician un proliferación de puritanismos que acentúan la fuerza de la fe que inaugura un nuevo ascetismo en el que la interioridad del creyente y la gracia divina buscan fundirse. Es el fin del Imperio Romano-Germánico, y de la figura del héroe renacentista que se prolonga anacrónicamente en los conquistadores con sus armaduras y yelmos en las selvas tropicales. Una época de guerras de religión, de la trata de esclavos, del genocidio americano, y de un explosión en el desarrollo de las fuerzas productivas que dan formidable impulso a la ciencia, al comercio, a la tecnología, el pensamiento político y las artes. El pensamiento político asume las consecuencias de esta sangría europea y elabora teorías en las que el orden no necesita la garantía de un servicio divino. Los filósofos configuran el Estado más allá de la presencia y de la persona de su ocupante, se interesan por el origen de las sociedades e incluyen el universo pasional del hombre en las sociedades políticas. Declinan en un mismo espacio la inevitabilidad del egoísmo, el instinto de conservación de la especie, y el derecho a la individualidad. La seguridad en Hobbes, la propiedad en Locke y la libertad en Spinoza, son las figuras teóricas sobre las que gira el pensamiento político. La filosofía piensa los sistemas de pensamiento. Pensar no es lo mismo que respirar, no es natural. Por supuesto que la actividad cerebral y la facultad innata del lenguaje definen al hombre. Pero en la historia de la humanidad el pensamiento es el resultado de un trabajo. El pensamiento es labrado por una fuerza que va a contracorriente de lo ya pensado. Hay imágenes del pensar, para emplear un concepto de Gilles Deleuze. Los modelos causales, las determinaciones unívocas, mecánicas o dialécticas de los procesos históricos, empobrecen cuando no anulan, la diversidad del acontecer humano. Las concepciones cíclicas corresponde al orden del mito y de la tragedia. La idea de que el devenir del hombre tiene un sentido final, una dirección hacia una meta en el que se resuelven las fases anteriores, ha quedado acéfala. La temporalidad que caracteriza a nuestro paradigma cultural se asemeja más a un torbellino configurado por procesos conectivos que cambian de forma. La totalidad se nos escapa. Un acontecer sísmico parece más adecuado para entender los tiempos de la historia que un edificio bien cimentado. Nos acercaremos al mundo de Spinoza como a un mosaico reticulado en donde se desarrollan acontecimientos simutáneos relacionados entre sí por mediaciones en los que el azar tampoco está del todo ausente. J.P. Vernant, M. Detiènne, y los especialistas en antropología política de la Grecia Antigua, centraron el nacimiento de la cultura griega en una experiencia cultural a la que llamaron Polis. Este referencial histórico ordena la multiplicidad de prácticas y discursos y permite la comprensión de los conflictos entre fuerzas sociales, la inteligibilidad de la enunciación de un sistema de nominaciones y la finalidad de los dispositivos institucionales. Este mundo al que nos acercamos ahora, ya no es el de la Polis, tampoco el de la Metrópolis imperial, ni el de las islas amurralladas del medioevo, no aparece su nombre con facilidad, quizás comencemos por la denominación que supo darle Grotius: Mare Liberum. Segunda breve historia de la filosofía 41 La belleza cotidiana
La pintura holandesa es de una belleza difícil de definir. Para Miguel Ángel era algo afeminada. Dice el escultor en una referencia proporcionada por Tzvetan Todorov en otro de sus maravillosos libros, Éloge du quotidien, : “ la pintura flamenca seguramente le da placer a las mujeres (...) no hace mal (...) no tiene sustancia ni nervio”. Los músculos de los héroes de Miguel Ángel están ausentes en la pintura flamenca, tampoco vemos a la madre de Dios inclinada con tanto dolor sobre el cuerpo de su hijo exánime. La pintura holandesa es feliz. Si queremos vigor, éste a pesar de su abundancia puede llegar a ser algo fláccido. Los cuerpos de Rembrandt conservan algo de la carne excesiva de su modelo Rubbens, aunque con menos rosado y blanco y más negro. Pero la pintura de la escuela de Delft en los tiempos de Spinoza, muestra a sus modelos vestidos y adornados en medio de objetos. El cuerpo apenas se asoma entre los pliegues de las tafetas y de las sedas, a veces muestra en los ambientes populares los senos hinchados por el ajustado escote, no se ven piernas desnudas ni vientres, sino manos delicadas sobre las teclas de un virginal o asiendo una copa, blandiendo un laúd o distribuyendo naipes, y ojos grandes y azules enmarcados por el blanco tiza de una cofia. Todorov llama pintura de género a la pintura narrativa, aquella que se detiene en un instante de la cotidianeidad y ofrece una historia en suspenso que nosotros podemos completar. Adivinamos e imaginamos lo que sucede con los personajes, entramos en la situación como espectadores invisibles, podemos recorrer los detalles todos signficativos, las vajillas, los cuadros enmarcados con un borde de madera gruesa y oscura, los tapices orientales sobre las mesas, las sillas con respaldo y asiento de cuero clavados con tachas, las rugosidades y las lisuras que componen la textura de las habitaciones, nos baña la luz crepuscular característica de aquellos ambientes, todo es sólido, temperado y seguro. Es la vida burguesa. Interiores con pequeñas historias. Dice Todorov que en siglo XIX cuando se inventa para la historia del arte la palabra “realismo”, y en los momentos en que la pintura figurativa es despreciada por los mismos que la practican con maestría como los impresionistas, el arte flamenco es considerado meramente “ anecdótico”. Todorov ve en este espíritu no heroico, en este conexión entre casa y mundo, en la limpieza física y la pureza moral, en los espacios intermedios entre el adentro y el afuera que son los patios, percibe en ese gesto de la mano que pela una papa, una glorificación de la vida, un reconocimiento de la dignidad en las acciones más insignificantes. De los retratos de Frans Hals Y Gabriel Metsu que - dice Todorov – retiran el tiempo y buscan la esencia de la individualidad, a la intromisión temporal con la llegada de un intruso inesperado, la escena del duo de hombre y mujer con sus instrumentos de música, o el hombre que escribe una carta, la mujer que lee una carta, todas pinturas del mismo Metsu, con el pasaje del retrato a la pintura de género transitamos de la atemporalidad a la sucesión encadenada de un momento singular que se hace típico. Nos conectamos con una forma de vida a través de una ilustración. Frans van Mieris pinta escenas de albergues en donde la sexualidad se hace animal, perros copulando al lado de un balde caído, mujeres bebiendo con sus faldas levantadas, carcajadas de hombres borrachos, mendrugos esparcidos por suelos de tierra, posaderos sirviendo jarras de vino en medio de un desorden en el que gatean niños desnudos. Pinta los patios que nos permiten ver las tejas de las casas vecinas, las paredes de ladrillos irregulares y sucios, las entradas sin puerta a oscuros graneros, o los patios de Pieter de Hooch en los que se arman quinchos para beber, hombres que brindan al lado de madres que amamantan ( pintura de Adriaen van Ostade ) y gallinas que picotean. La vida cotidiana representada por el maestro con su alumno ( Jan Steen ), el arrancador de dientes ( Gerard Dou ), la visita al médico ( Samuel van Hoogsraten ), Y el más grande , la gloria de Delft, el que se identifica con el inimitable azul de sus pinturas, Johannes Vermeer, el hombre del que sólo nos quedan unas treinta pinturas, y que cambiaba su arte por pan, literalmente, por lo que obtenía de su panadero. Ser pintor era un oficio de decorador, un abastecedor del confort de las casas burguesas. Dos cuadros de Vermeer, El geógrafo y El astrónomo, hizo pensar a muchos que el personaje retratado era Baruch Spinoza, no se sabe con certeza la identidad del modelo, pero la mirada del sabio, la suavidad de su gesto, su tenue melancolía, su belleza facial, su desconcertante amabilidad, nos hace pensar que podría ser él, por lo que se llamó el “angelismo” de Spinoza, por su bondad natural. Segunda breve historia de la filosofía 42 La pesca del arenque
En el siglo XVII se forman los Estados territoriales. Hasta ese momento las dinástías se repartían los territorios. Por un casamiento de Carlos V se unen el Imperio Romano-Germánico y España. Luego de abdicar, su hijo Felipe II recibe el legado de España. Las guerras de religión se extienden por toda Europa.
Se masacran las poblaciones civiles. Las matanzas son el resultado del odio entre protestantes y católicos. Más tarde también entre protestantes. Los judíos son perseguidos, torturados y convertidos a la fuerza en España y Portugal. La guerra contra el “turco” también tenía sus ribetes religiosos. En forma paralela a estas guerras civiles y entre territorios dinásticos, se forman los imperios comerciales. Los centros económicos son las ciudades-puertos. El dominio de Génova y Nápoles durante el siglo XV, decae y convierte a Sevilla y Amberes en los sitios del mayor tráfico de mercancías del mundo. La vía comercial pasa del Mediterráneo al Atlántico. La sureña Amberes pertenece a los Países Bajos convertidas en Provincias Unidas, creadas a mediados del siglo XVI y divididas en siete: Zelanda, Frisia, Groninga, Güeldres, Holanda, Overijssel, Utrech. Su regidor es Guillermo de Orange. Los Países Bajos, dominados por la España de Felipe II se rebelan contra su dominación. Se dice que los comerciantes de Amberes eran perjudicados por la política inquisitorial española que espantaba a los banqueros, a los ricos mercaderes judíos y a los acaudalados protestantes. La respuesta a la rebelión de Amberes fue otra matanza descarnada. La guerra entre España y las Provincias Unidas duró ochenta años hasta la paz de Westfalia. Amberes se vacía de riquezas y hombres. La crisis generalizada impulsa un desplazamiento demográfico y económico hacia el norte. Amsterdan se convierte en el nuevo foco comercial. El mar Báltico será el nudo principal de un tráfico de mercaderías que une el norte de Europa, desde Dantzig y Copenhagen hasta Sevilla. Un circuito naviero de permanente e intensa actividad convierte a la ciudad de Amsterdam en la más poderosa de Europa. Esta situación perdura unos cien años, hasta que el reino de Francia invade Holanda. Amberes era el centro de un intercambio de lo exhibido en las ferias europeas. Conectaba estos eventos comerciales entre “naciones”, nombre que designaba a los agrupamientos económicos. Amsterdam cumple una nueva función que es la de conectar mares y zonas por los que se extenderá la dominación holandesa desde Bathavia (Djakarta) hasta Recife, de Nueva Amsterdam ( Nueva York ) a Ciudad del Cabo. Fernand Braudel en su Civilization materielle, Économie et Capitalisme III: Le temps du Monde, nos instruye sobre el movimiento de mercaderías que surcaba el mar Báltico. Amsterdan se hizo rica con la pesca de arenque, caballa, bacalao y ballenas. La flota naviera se componía de 1500 barcos. La pesca constituía la mitad del comercio holandés. 48.000 hombres constituían el personal marítimo. El total de la flota era de 6000 buques de buen calado con una capacidad de 600.000 toneladas. Los holandeses habían diseñado una nueva nave, la Uliebool, un barco robusto, de flancos hinchados que llevaba una tripulación veinte por ciento menor que otros del mismo tonelaje. El mayor rendimiento también se debía a la parsimonia holandesa que se manifestaba en lo poco que consumían a bordo los marineros holandeses. Les bastaba pescado, sémola y algo de cerveza. Incluso los capitanes se conformaban con un pedazo de queso y un poco de carne. En comparación los marineros franceses que ganaban más de un treinta por ciento de salario que los holandeses, necesitaban pan y vino, bizcochos de buena levadura, carne tierna y fresca, y de la salada, bacalao, arenque, huevos, manteca, habas, y además, en cuanto al pescado, que fuera bien condimentado y sólo en días de escasez. Los franceses se servían cuatro comidas diarias, los holandeses dos o tres. En cuanto al costo de la naves, los franceses construían sus barcos con maderas más caras que los holandeses además de un aparejo más costoso. En los astilleros de Amsterdam se empleaban técnicas más modernas, sierras mecánicas y máquinas que levantaban mástiles manejados por contramaestres y obreros expertos. Gracias a un crédito barato y abudante, Amsterdam se convierte en el primer mercado de barcos de segunda mano y un puerto al que llegan marineros de todas las regiones de una Europa miserable. Mano de obra barata que hace decir a Braudel: “ es la miseria de Europa la que permitió que Holanda fundara su república”. Segunda breve historia de la filosofía 43 Comercio y filosofía El movimiento comercial propio del capitalismo mercantil da la vuelta al mundo. En realidad, el mundo se constituye por las vueltas a su alrededor que hacen estos navegantes que buscan valores en especias, en metales y que someten hombres para hacerlos trabajar o para esclavizarlos. La revolución económica es pletórica en el desarrollo de fuerzas productivas y cambia las relaciones de producción. La clase burguesa mercantil se apropia de los mares y de tierras exóticas y cambia las costumbres alimenticias europeas, a la vez que crea nuevos hábitos de consumo. Nuevas sensualidades se compatibilizan con el puritanismo calvinista que en un principio pretende excluir de su iglesia a los banqueros. Pero luego convive con el nuevo mundo que se crea. Como sugiere Paul Veyne, no es el protestantismo el que genera las condiciones para que los hombres puedan dedicarse al comercio, sino los comerciantes los que consideran que el protestantismo puede ser funcional y adecuado para sus vidas, y si no lo es del todo, lo adaptan a sus conveniencias. Para vivir, por lo general es necesaria una dosis de espiritualidad, y en la oferta de bienes celestiales algunos chocan contra la vida real y otros consiguen ajustarse mejor. Por eso las religiones también evolucionan, lo que no quiere decir que lo hagan hacia el cielo. En realidad, la misma idea del cielo es absurda y anacrónica, lo es desde que el cielo no está sólo arriba. Desde los inicios de la modernidad el cielo está arriba, también abajo y a los costados. No hace falta decir que nuestro planeta es redondo. Podemos agregar que no fue sólo el protestantismo en todas sus vertientes, oficiales o disidentes, las que nutrieron la nueva espiritualidad, también intervino el amable humanismo erasmiano que contribuyó a los tiempos de tolerancia. Comercio significa apertura, mestizaje, renovación de la percepción, desplazamientos de zonas de riqueza, nuevas lenguas y otros dioses. Además de más sabores y más placeres. También, por supuesto, incluye la lucha por la dominación, ya que la disputa de tierras y mares caracteriza la competencia entre compañías comerciales y da lugar a la piratería que la acompaña en su ambición por apropiarse de productos. La piratería era algo parecido a un comercio en negro, no tenía patente habilitada, lo que no quiere decir que estuviera en manos de bucaneros con parche en el ojo, pata de palo, garfio en una mano y loro en el hombro. Los piratas, estos hackers de las aguas, eran contratados por los reyes y servían intereses de alta investidura y poder. El mar no tenía dueño. Juristas y filósofos discutían si las aguas podían tener jurisprudencia. Para muchos era absurdo reclamar una propiedad marítima y consideraban que todo lo que navegaba por los océanos podía ser arrebatado. Jean de Vries y Ad van der Wonde en The first modern economy dicen que los Países Bajos desde 1567 importan vinos del Rhin, ropa de Inglaterra, vino de Francia, especias de Portugal, sedas y generos de Italia. Exportan lino a España, sorgo, lanas, tapicería, y reexportan mercadería alemana y productos textiles ingleses. Desde que se funda La Compañía de las Indias Orientales (VOC) en 1602, los holandeses tienen el monopolio de las especias finas: nuez moscada, clavo de girona, canela. Ceylan era la isla de la canela, y se decía que el aroma de la isla se sentía a ocho leguas de la costa. Amsterdam, destaca Braudel, es el primer puerto de redistribución de trigo. El gran caudal de materias primas que circulan por el Báltico es el motor de las transformaciones económicas y políticas del siglo XVII. Las barcas holandesas aseguran el tráfico marítimo entre el Norte y los puertos de Portugal y España. Holanda impone el monocultivo en las regiones a las que llega, impide cultivos semejantes en zonas aledañas, edifica sus fortalezas, y debe luchar contra navegantes portugeses, españoles, ingleses, y la masa activa de mercaderes asiáticos como los bengalíes, turcos, armenios, javaneses, chinos, persas. La plata de América del Sur inunda de metálico el mercado y reemplaza al cobre de las minas de Europa, hasta que agotada la fuente surtidora, España entra en default, no paga sus deudas y se sumerge en una grave crisis económica. En otro de sus voluminosos libros The embarrassment of riches, Simon Shama cita a Engels que dice que los sucesos holandeses fueron: “ la mayor revolución progresista vivida hasta entonces por la humanidad, una época que requería gigantes, y que produjo gigantes”. |