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LA FILOSOFÍA DE RICHARD RORTY ( Partes 4, 5 y 6 de 50 )

Rorty 4 / 50

Antifilosofía

 

En la Introducción al libro Consequences of Pragmatism que reune textos de Rorty publicados entre 1972 y 1980, el filósofo norteamericano define a la filosofía como un género literario inaugurado por Platón.

Recordemos una vez más las palabras del erudito italiano Giorgio Colli que decía en su inmortal obra El nacimiento de la filosofía que la filosofia era un género literario inventado por Platón con discusiones imaginarias para un público indiferenciado.

Género literario quiere decir “escrito”, la filosofía se escribe. No hay filosofía que no se escriba. Si alguien piensa que la filosofía se piensa, se siente, se habla o se come como Ezequiel en el Antiguo Testamento que se comió los rollos sacros, se equivoca. El único que ha sido galardonado con el distintivo del ágrafo de la filosofía es Sócrates, el fundador de la tradición, su padre y maestro, por todos conocido e inmortalizado gracias a su discípulo Platón.

Colli sostiene que Platón escribía con nostalgia por aquellos tiempos en que la sabiduría no necesitaba una materialidad que suponía perecedera como todo cuerpo. Épocas en que al decir de Nietzsche “la majestuosidad sacerdotal” de los sabios se elevaba por encima de los hombres y mediaba en sus conflictos al tiempo que señalaba el origen y la finalidad del cosmos. El último de los sabios fue para Platón Socrates, condenado a muerte por sus conciudadanos, y de ahi en más, agotada la era de la sabiduría en una Atenas decadente, sólo quedaba rememorar y extraer algunas lecciones de aquel desastre político, con los recursos de un instrumento de saldo, un medio de transmisión también decadente que es el de la escritura.

La filosofía de acuerdo a Colli es el pálido reflejo de la era de los sabios. Se construye con textos en los que la palabra hablada es mimada en diálogos entre personajes que ya no son hombres vivientes, en escenarios reproducidos por el diálogo y en presencia de fantasmas anónimos llamados lectores que evocan con su silencio y su falta de rostro el entorno vivo y ruidoso de los jóvenes oyentes fascinados por la palabra del maestro.

Dos mil cuatro cientos años después Richard Rorty repite este acta de defunción. Vuelve a definir a la filosofía como un género literario y anuncia la aurora de una cultura posfilosófica. Pero esta vez no es Platón sino Rorty en nombre de una nueva federación de supuestos filósofos que se hace cargo de la proclama: los pragmatistas.

Esta nueva palabra designa a un grupo que no es tal, con una misión que en consecuencia jamás tuvo y que no es más que otro de los personajes colectivos imaginados por Rorty para sostener sus posiciones. De todos modos los padres fundadores de este movimiento por supuesto que sí existieron y aunque no se hayan enterado de ser los adjudicatarios del contenido del acta, han sentado algunas bases teóricas para que su privilegiado lector Rchard Rorty haga uso de ellas: estos padres pragmatistas son Charles Anders Pierce, William James y John Dewey.

Dice nuestro filósofo que los pragmatistas buscan los modos de expresión en los cuales desarrollar temas antifilosóficos con palabras no filosóficas. Si esto dicho así fuera recortado y despegado de cualquier otro contexto no sería más que un deseo ya realizado desde que el hombre devino sapiens. Todos los hombres del mundo dicen palabras no filosóficas, pero, admitamos después de todo, que muy pocos elaboran temas antifilosóficos.

La construcción de antifilosofía es para Rorty un objetivo fundamental. La antifilosofía se hace con filosofía escrita con palabras no filosóficas. Estimo que Rorty ha contribuído con esta tarea reactiva y negativa aunque a veces se queda a mitad de camino quizás no del todo seguro en el uso de palabras no filosóficas. Con frecuencia vuelve a la filosofia como si le fuera necesario beber de aguas viejas para mejor destilar las nuevas.

La pregunta que inevitablemente se desprende de esta postura es qué puede tener de filosófico un vocabulario no filosófico, y qué es un tema antifilosófico. No es fácil desbrozar esta madeja. Un tema antifilosófico para Rorty es el que hace una crítica de una tradición filosófica que tiene por soportes a Parménides, Descartes, Kant, al positivismo lógico y a la filosofía del lenguaje. Las palabras no filosóficas para llevar a cabo esta tarea no existen. Serán no filosóficas sólo porque no repiten las palabras de la tradición de los temas invocados. Pero palabras no filosóficas son todas las que no se nutren de los objetos propiamente filosóficos como la Verdad, el Bien, la Cosa y la Idea. Si no existen estas entidades trascendentes no hay filosofía. Y, además, para Rorty – dice en la Introducción – son temas ambiguos.

Desconocemos las razones de esta calificación. Más allá de esta ambigüedad misteriosa, la antifilosofía también deberá desprenderse de personajes sobre los cuales el filósofo clásico habrá moldeado su quehacer y su poder.

La antifilosofía expresada con palabras no filosóficas propondrá otros temas de reflexión en el que las figuras del Juez o del Médico como autoridades filosóficas seran disueltas en otros juegos de lenguaje y nuevos usuarios.

Rorty 5 / 50

Acerca del modo en que las cosas encajan entre sí

 

Rorty cita en su Consequences of Pragmatism al profesor Wilfrid Sellars quien da la siguiente definición de la filosofía: la filosofía es un intento de ver como las cosas – en el sentido más amplio de la palabra – encajan juntas – en el sentido más amplio de la palabra.

El término inglés de “encajar” es “hang”, acerca de como las cosas “hang together”. Tantas cosas se pueden decir de la filosofìa y de tantos modos que bien puede haber cabida para esta definición que con liviandad y gracia se hace con el sano proposito de que nada se alterará ni en la filosofía ni en las cosas ni antes ni después de que se diga una frase así.

El sentido amplio de la palabra “cosas” no es más amplio que el restringido ya que las cosas en un sentido restringido no son más restringidas que en el sentido amplio. Una cosa es un algo aunque no todos los algos son cosas. Para dar una idea de esta idea tan tenue que apenas se entiende seguimos a Foucault que dice que la locura existe aunque no sea una cosa. Estar triste también es algo aunque no sea una cosa.

“Encajar juntas” en el sentido amplio tampoco agrega nada al encajar restringido. El problema es que la palabra encajar es poco sustantivable en castellano ya que “encaje” no nos sirve ni podemos decir que la filosofía se ocupa del encaje de las cosas. Una modista de barrio si escuchara este tipo de atribución podría llegar a suponer que un encaje para alguna cosa en la mente de ciertos extraños eruditos en cualquier sentido, amplio o restringido, es algo que merece arroparse con broderie y puntillas y lejos está el filósofo Sellars de interpretar a la filosofía con vocabulario de mercería.

Si dijéramos “hang together now” nos rememoría una canción de los Beatles, pero cuando este encajar nos viene de un filósofo debemos cambiar la frecuencia de nuestro oído. Usemos un galicismo para compensar la inevitable captura de anglofilia cuando de un norteamericano se trata, y hablemos de “ensamble” de las cosas como objeto de la filosofía.

No contentos con el afrancesamiento propuesto “por “ensamblar” cruzemos la frontera franco-alemana con el objeto de leer a Heidegger que dice que la filosofía no puede renunciar a su voluntad de sistema ni a la necesidad de totalizar el acontecer del mundo mediante una “juntura” entre el saber y el ser.

En la traducción francesa de su texto sobre Schelling se dice “jointure” cuyo alemanismo desconozco. “Joint” es junto, de joindre, juntar. Juntar y encajar remiten entonces a una doble acepción y a un doble movimiento del pensamiento frente al todo de lo real. Por eso el vocablo “together” de Sellars viene al caso ya que se trata de encajar juntos.

Podemos preguntarnos si aquello a lo que nos referimos no es más que dar vueltas a la necesidad de orden que tiene el pensamiento y que sobreviene en la historia de la filosofía por la intrusión griega, el escándalo griego de interpelar al Ser con el nombre de Cosmos, es decir orden, que en un primer intento se agrupa bajo una forma cíclica siendo el círculo la más perfecta de las figuras concebibles.

Pero corremos el riesgo con la geometría mística de entrar así en el terreno del arquetipo y de esas figuras primordiales a gusto de los mitólogos y de los especialistas de las ciencias ocultas que nos llevarán a todos los cultores del lenguaje ordinario hacia esoterismo anhelante de cabalizar cada minuto de la existencia. Es una labor innecesaria ya que los filósofos para ese juego de lenguaje numérico, musical y místico lo tuvimos a Pitagoras de quien no sabemos casi nada; tan lejos nos llevan estas vertientes del origen que perderemos de vista la brevedad y la extrema simplicidad de quien dice que la filosofía inquiere acerca del “hang together de las cosas” luego de preguntarse la misma filosofía hace dos mil quinientos años con tono exclamativo en la lengua de Aristóteles “¿qué es esto?!”, y responder “esto es lo que está junto”.

El ser y el estar recién nombrados nos detienen un momento que no debe perdurar en demasía. Hablar del verbo ser y su significado elemental de cópula en tanto unión cambia la perspectiva de la que hemos partido que no es la de un claustro de Heidelberg que si bien nos aleja del mito nos sumerge en la filología del nacimiento de la lengua filosófica ciencia no menos oculta que la de las ánimas nómades de los cultos mistéricos. Por esta carencia de lengua muerta quedamos los nativos de las lenguas nacionales como palurdos rabelesianos mascullando llanezas de baja gama en un pasillo del Tercer Mundo. Baja gama es un término que la filosofía captura del marketing.

Sin el griego no tenemos posibilidad de rescate alguno si no fuera que no tan lejos de aquí en el tiempo y en el espacio, no tan lejos como para evocar a los pastores de la palabra que nos iniciaron con toga y sandalias, un profesor de la universidad de Pittsburgh profesor de Richard Rorty, llamado Wilfrid Sellars, da una clase sobre la ocupación de la filosofía y le dice a los alumnos que la filosofía está interesada en el hang together de las cosas.

Rorty 6 / 50

Imágenes del pensar

 

Sigamos con la Introduccion a esta obra Consequences of Pragmatism que constituye una buena síntesis al menos provisoria de lo que repite Rorty en tantos textos y de diversos modos. Esta idea de Sellars que a su ex alumno le gusta ofrecer a sus lectores, la del encajar de las cosas que interesa a la filosofia, no es una mala imagen de la tarea ancestral del que se dedica a esta musa. El filósofo Gilles Deleuze quien aparecerá con frecuencia en el desarrollo de este libro ya que es un filósofo que Rorty casi nunca nombra y suponemos que es porque escribe en un lenguaje que le produce cierto rechazo, actitud extraña ya que Rorty es uno de los pocos filósofos quizas el único que supo salir indemne de la filosofía analítica e interiorizarse en la filosofía llamada continental hasta tal punto que es un entusiasta fan de la filosofía de Jacques Derrida. Si Deleuze le parece exótico con su cultura anarcodeseante Derrida debería parecerle un androide ininteligible y por el contrario le merece todo tipo de zalamerías que nos da la sensación que provienen de cierta tendencia a la provocación a sus ex colegas de departamento de filosofía para quienes un Derrida es el ejemplo del más vacuo delirio pseudofilosófico cuya insensatez ni siquiera un Carnap hubiera imaginado y cuyo desparramo de palabras hasta Wittgenstein habría intentado embutir en alguna tela de sostén.

Deleuze es quien ha hablado de “imágenes del pensar”, una suerte de figura que hasta puede adquirir un contorno visual como aquella mención de Bergson que le parecía que la filosofía del obispo Berkeley era una lámina fina y transparente. Imágenes que tienen la función de un ícono teórico que de aplicarse a las filosofías nos ofrece un muestrario de una plasticidad variada que a veces presentan a la filosofía como un edificio, o una alteración sísmica, también un sistema algebraico o un armado geométrico, o un enjambre de abejas zumbando, y un zoológico ambulante con un pulpo hegeliano para no hablar de la lechuza de siempre y de este armario con sus cajones.

La imagen del pensar que Deleuze aplica a su misma filosofía es la del famoso rizoma, esa falsa raíz que como un topo vegetal se mete por todas partes y que lamentablemente Rorty no ha sabido aprovechar porque habría descubierto al verdadero filósofo que reune todas las virtudes que él encuentra en esos prototipos con nombre de fórmula uno como Davidson. Filósofos emparentados con Rorty receptores de una adjudicación de elogios forzosos ya que luchar contra la hipóstasis cartesiana desde un conductismo linguístico no es lo más recreativo que el hombre pueda imaginar. De tener la mente un poco más abierta y con algo más de psicoanálisis y bastante menos de conductismo, habría podido nutrirse por el contacto con Deleuze del talento imaginativo y del tratamiento sutil de las obras literarias en combinación con la cultura filosófica. De haber sido así podría haber disfrutado no de la fría caricia que se puede tener de un pragmatista porque Deleuze no sólo no lo es sino que además considera que eso de la “conversación universal” de la que habla Rorty y de la que hablaremos más tarde es una bobería inglesa – así como el utilitarismo para Nietzsche era propio de seres iguales a las ranas frías - , y que si Rorty hubiera podido desprenderse aunque fuera un poco del practicismo norteamericano y descansar de su loas a los remedos joyceanos de la filosofía habría tenido la grata compañia – lo digo una vez más - de un filósofo con la imaginación puesta al servicio del concepto con una fuerza tal que nos hace reflexionar si lo que decía Foucault en su Theatrum Philosophicum acerca de Deleuze, que el siglo XXI sería deleuziano, no es sólo un aparente clamor para liliputienses sino el enunciado de una hipótesis que podríamos tomar un poco más en serio.

Pero hay filósofos que no se encuentran porque difieren por su temperamento, por sus intereses, por su vocabulario y por sus creencias, es decir por todo. Sin embargo asociar o encajar ya que estamos con el tema del encajamiento a Rorty con Deleuze se debe a que Rorty todo el tiempo habla de la imaginación y no se llega a encontrar entre sus allegados a talento imaginativo alguno ya que entre los postanalíticos como gusta llamarlos y los analíticos sólo hay un post que los separa y todo el resto los aglomera en sus barullos lógicos que nos hace pensar que una de las cosas que disgustan a Rorty es que le hablen del Deseo en grande por algo que debe parecerle un gourmetería parisina, supuestamente contracultural y algo candorosa para un liberal ironista que cree en el progreso y deja el cuidado de sí y el heroísmo poético para la intimidad del zaguán.