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Las ilustraciones de este número corresponden a Pinturas del siglo XVIII

 
 

 

 

 

Segunda breve historia de la filosofía 74

Simpatía e imaginación en Adam Smith


  Diremos algunas palabras sobre Adam Smith. Amigo de Hume, junto a quien es lector y discípulo del filósofo escocés Francis Hutcheson, es conocido por ser el inventor de la economía política.

  Adam Smith parte de la misma problemática que sus colegas británicos. Su pensamiento se origina también en una idea de individiduo como una de las de las claves de la filosofía moderna. La noción de “ individuo” deriva del tratado de las pasiones.

  El descubrimiento de que lo que caracteriza al hombre no es sólo la razón ya sea como brújula de la moderación, administradora y legisladora del conocimiento, sino un universo indomable habitado por la pasiones, ha sido un primer paso hacia la construcción de filosofías ateas. Al menos a-teológicas.

  El romanticismo será el sistema de pensamiento que años más tarde reconstruirá un nuevo puente entre la pasión y la divinidad a través de una sensibilidad intensa y absoluta.

  La filosofía política se construye sobre la base de un sistema pasional en el que la vanidad y la envidia determinan las conductas. El amor propio será un concepto que funciona como una solución de compromiso ya que legitima el egoísmo. Se parte del amor por sí mismo. Al mismo tiempo se reconoce en la naturaleza humana una necesidad del otro y una inclinación a interesarse por el prójimo que define a la sociabilidad.

  Hacer del amor propio un punto de partida para cohesionar a la comunidad, dar vuelta al egoísmo para que sea útil a los demás, es una estrategia teórica que podemos definir como una “astucia de la pasión”.

  Aquello que más me individualiza como entidad propia es al mismo tiempo la fuente de lo que nos es común y de lo que cimenta a la colectividad.

  A las estrategias de la pasión, es necesario añadir la intervención de una facultad que será importante en el diagrama de la filosofía moderna: la imaginación.

  En su Teoría de los sentimientos morales Adam Smith sostiene que la sociabilidad depende de la imaginación. Esta facultad es la que nos permite entender el sufrimiento del otro, ser uno con él. La ficcion imaginaria del dolor se presenta como la fuente de nuestra sensibilidad por el sufrimiento de los otros.

  En lugar de la piedad o de la compasión, para Smith, es mejor usar el término “simpatía” que originalmente fue destinado al significado de “ la facultad de compartir las pasiones de los otros, cualquiera que éstas sean”.

  El amor propio es la base de la que se parte para proyectar las analogías que imaginamos para estar “en” el otro.

  Por la simpatía podemos realizar un cambio ideal de situación. Es cierto somos conscientes que estamos imaginando, y que es más importante el sentimiento de seguridad que da saber que es el otro quien sufre. Pero por imperfecta que sea la simpatía, sabida por imaginaria, no por eso deja de colaborar con la armonía de la sociedad.

  El efecto de la simpatía es instantáneo. Existe una inmediatez en nuestra reacción hacia lo que le sucede al otro, en especial en lo que concierne a sus placeres y a sus penas.

  La sociabilidad y la conversación son remedios poderosos, dice Smith, para tranquilizar el espíritu. Nos dan serenidad y alegría.

  El hombre virtuoso combina dos tipos de virtudes. Existen las virtudes dulces como la benevolencia. la amabilidad, la condescendencia y la indulgencia. Y las severas como la moderación y el desinterés.

  Adam Smith elogia el dolor silencioso y desprecia aquel que es declamatorio y vocinclero. No hay dolor que despierte más nuestra simpatía que el dolor contenido e inconfeso.

  Agrega que en cuanto a la vanidad, no hay que rechazarla ya que es un rasgo natural de la sociabilidad y que nace del deseo de ser tomado en cuenta.

  Pero este deseo legítimo es pervertido por las clases ricas que lo imponen por su poder, por su estar encima de las leyes, por su arbitrariedad, por su ostentación de riquezas. Son las capas medias las que mejor entienden y practican la sociabilidad, las que son respetuosas de la ley, y las que dependen de lo que llama la “opinión”.

  De este clase esperamos los valores virtuosos que son fuente de la moral pública.

  En el trabajo de Eugenio Marchiori Filosofía y paradojas en Adam Smith (“Seminario de los jueves” 2006 en www.tomasabraham.com.ar), hay una interesante puntuación de dos extraños conceptos del filósofo escocés: el observador imparcial y el hombre de pecho. Es un raro juego de distanciamiento y aproximación de quien se aleja y contempla con desinterés y atención, y del individuo que siente “como” el otro.

   

  Segunda breve historia de la filosofía 75
  De la sociabilidad a la economía

  Es interesante el modo en que las preocupaciones morales de Adam Smith se trasladan al terreno científico, es decir, al de la economía política naciente en la que la producción de riquezas y los sistemas de trabajo exponen con evidencia la necesaria red cooperativa de la humanidad en su afán de subsistencia.

  Su libro clásico La riqueza de las naciones comienza con un capítulo dedicado a la división del trabajo, que muestra que el hombre debe subdividir el trabajo social si intenta producir grandes cantidades de productos en la menor cantidad de tiempo.

  No es posible la autosuficiencia ni la autosubsistencia. El curso de la historia en tiempos de Smith, en el siglo XVIII, es testigo de la eclosión de fuerzas productivas en el que vastos sectores de la sociedad del capitalismo mercantil tienen acceso al disfrute de una cantidad cada vez mayor de bienes.

  Una vez más parte del amor propio. Una de las revoluciones de la ética moderna ha sido junto al descubrimiento del papel activo y positivo de las pasiones, el considerar al egoísmo ya no como un pecado sino como elemento constitutivo de sociabilidad y armonía social.

  Los tratados morales de La Rochefoucauld y La Bruyère, los escritos sobre el poder de Mazarin y de quienes nos hablan de los juegos e intrigas de las cortes, y las fábulas de Mandeville que muestran como los vicios y no las virtudes son beneficiosas para el conjunto, todo este universo da cuenta de que los asuntos de la sociedad requieren un cálculo basado en tendencias naturales cuyo resultado es el progreso de la sociedad.

  Progreso es una palabra que emplea Smith, nos habla de la “capacidad productiva del trabajo” que genera la riqueza universal.

  Afirma que hay cierta propensión de la naturaleza humana a trocar, permutar y cambiar una cosa por otra. Señala que supone que esta es una consecuencia necesaria de la acción de las facultades de la razón y del lenguaje.

  No se puede vivir sin el otro, pero no se debe depender de la benevolencia. Dice: “ Es más posible que la consiga ( la benevolencia) si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que al actuar según la demanda redundará en beneficio de ellos”.

  Subraya su pensamiento con este párrafo que ya se ha hecho famoso: “ No es la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero, la que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas”.

  La división del trabajo es a la vez técnica y social. Marx desarrollará ambos aspectos en su teoría del valor. Por la misma todos los hombres son útiles a la sociedad. Cada uno cumple una función necesaria a la producción general de la riqueza. No es más importante, repite con frecuencia Smith , un filósofo que un mozo de cuerda. Éste último es una especie de changador que con su soga al hombro esperaba en la vía pública encargos de traslado de cualquier tipo de bienes.

  Es la vanidad del filósofo la que le impide reconocer la semejanza entre ambos.

  Entre los seres humanos, hasta los talentos más dispares son mutuamente útiles. Los productos que resultan de las distintas habilidades, van a un fondo común, en el cual cada persona puede comprar cualquier parte del mismo que necesite gracias a los talentos de las otras personas.

  División del trabajo y comercio exterior son los dos aspectos que reunen progreso y cooperación. De esto trata la economía política, disciplina científica a la vez que moral, que para Adam Smith es:

  “ Una rama de la ciencia del hombre de Estado o legislador, que se plantea objetivos distintos: en primer lugar, conseguir un ingreso o una subsistencia abundante para el pueblo, o más precisamente, que el pueblo pueda conseguir ese ingreso o esa subsistencia por sí mismo; y en segundo lugar, proporcionar al Estado o comunidad, un ingreso suficiente para pagar los servicios públicos”.