Blue Flower

 
 
 


 

  Las ilustraciones corresponden a obras y escenas de la Edad Media

 

 

Breve historia de la filosofía 96

Sunder warumbe

En el siglo XIII la represión contra quienes se atrevían ir más allá de lo permitido por la autoridad eclesiástica era letal y salvaje. Se quemaban vivos a los demonizados como herejes, o se los arrojaba al Rhin, el río de la ciudad de Colonia, o se los ahogaba en aguas vecinas. El problema de la censura es mayor cuando ésta no es clara y la letra chica de la prohibición aparece con posterioridad a la condena. Es el funcionamiento de la máquina de suplicios de La Colonia Penitenciaria de Kafka. El reo desorientado y condenado se entera de su delito durante la ejecución de la sentencia.

Se mataban goliardos y beguinas, órdenes laicas mendicantes que dedicaban su vida a imitar la vida de Jesús. Había quienes no eran molestados. Las razones para esta selección no eran explícitas ni sus criterios comprensibles. Las mujeres eran protagonistas de este ascetismo peregrino, y han dado testimonio con célebres textos místicos. Meister Eckhart había leído, por ejemplo, la obra de Marguerite Porete, Le simple miroir des àmes anéanties, que podemos traducir por “ El simple espejo de las almas aniquiladas”.

En esta obra la religiosa dice que no se necesitan virtudes exteriores, ni conductas manifiestas para tener el alma pura.

La obra de Eckhart no se incluye de la historia de la filosofía. Se dice que es un místico así se despacha la molestia de la clasificación y los catálogos duermen en paz. Es cierto que no comenta a Aristóteles, ni escribe tratados sobre lógica ni demuestra la existencia de Dios. Pero escribe, sus sermones y sus tratados es lo que leemos. Los misticismos son parte de la literatura, su expresión escrita varía con los tiempos y las religiones. Gershom Scholem – sabio de la mística judía – dice que no hay mística en general. sino místicas singulares de acuerdo al canon al que pertenecen.

Eckhart era dominico y fue maestro de teología en Colonia y Meister en teología de la Universidad de París. Puede adscribírsele antecedentes teóricos en la obra de Santo Tomás o hallar en su pensamiento restos neoplatónicos. Quiero decir que se puede hacer un identikit con fragmentos dispersos pero jamás se reconstituirá su rostro.

Quienes intentan hacer de él no un místico sino un teólogo respetable y un pensador católico, esconden su verdadera palabra, que nada tiene de misteriosa porque se la puede leer en castellano en la muy cuidada edición de Siruela.

Lo que encontramos allí por muy encantador que pueda parecerle a un alma caritativa de la Iglesia papal, está en las orillas del Rhin, cerca de la inmersión definitiva. Lo sabía Eckhart que debió arrepentirse poco antes de morir para no seguir la suerte de todos los goliardos ahogados en el año 1325. No pudo eludir la acción de los que denominaba `aemuli´ ( envidiosos).

A pesar de esto, como su muerte ocurrida en el 1328 sólo silenciaba su palabra viva, aquella que pronunciaba en alemán, es decir lengua vulgar, al alcance de la gente del pueblo, la gente sencilla y crédula, el Papa Juan XXII, en su bula del 27 de marzo de 1329, condena la obra escrita del Lebemeister, el maestro de vida.

Dice el Pontífice que los enemigos de la Iglesia, como Eckhart “vierten la cizaña sobre la simiente de la verdad, la que debe ser sofocada en su surgimiento antes de que se multiplique en su germinación nociva”.

Condena la obra de quien “ha querido saber más de lo necesario” y lo ha trasmitido al vulgo. Señala que el teólogo se ha permitido decir que `las criaturas son nada´, y que Dios apenas fue, creó el mundo.

Nada de nada, nos dice el Meister, fruto de la nada, nada hay que saber, nada hay que ignorar, nada tiene por qué, sunder warumbe, el Dios del sin porqué.

 

Breve historia de la filosofía 97

El fruto de la nada

 

El uso de la paradoja mística: que Dios me vacíe de Dios. Limpiar el templo de nuestra alma para que pueda habitar Dios. Que no haya nada en él, que no esté habitado por los que Eckhart llama los “mercaderes”, quienes llevan una vida cristiana para ganar un paraíso o para complacer al Señor. Al Señor nada le importa, a nosotros nada debería importarnos pero para eso debemos anularnos.

Una vez vacío el lugar de nuestra alma, fracasamos, aún tenemos lugar, sólo con un no-lugar estamos libres y podemos unirnos a la libertad de Dios. Si el hombre conserva un lugar en sí mismo, conserva todavía una diferencia.

Penetrar en la nonada. Él es todo. Dice el Meister que “el alma reconoce la soberanía paternal en la fecundidad de su potencia generadora y la eseidad esencial en su unidad simple y sin diferencia”.

Debemos ser tan vírgenes como cuando todavía no éramos. Y ser tan mujeres como las fecundadoras de criaturas ya que debemos darle nacimiento a Dios.

Dios nace en nuestra alma. Dios creó al varón, y luego a la mujer de su costilla. Lo hizo así porque el costado es semejanza. Somos hijos de Aquel, pero también Jesús le dijo a sus discípulos: “no os he llamado siervos sino amigos”.

Sigue el Lebemesister en sus Sermón El Anillo del Ser: debemos comportarnos como si estuviéramos muertos. Lo propio de Dios es Ser. Lo más pequeño que en Dios es un ser, vale más conocerlo que conocer a un Ángel.

Hay demasiados santos por fuera y asnos por dentro. “Ahora escúchame bien...”, interpela Eckhart a sus feligreses imaginarios, nada es tan contrario a Dios como el tiempo. El tiempo es una caída. Nos impide pasar de una vida dividida a otra unificada. Si un carpintero fuera perfecto en sus obras, no necesitaría ni la madera, tan pronto como pensara en ella, la casa estaría terminada.

Dicen que hemos sido hechos a imagen y semejanza, no es así, hemos sido hechos a semejanza sin imagen. Existen las semejanzas puras, dos huevos son semejantes pero no imagen uno de otro.

Parece gracioso afirmar que somos el otro huevo del Señor, pero por qué no, la mística es parienta del humor. Los aficionados al zen lo saben, los maestros conocen el arte de la risa.

“Lo que yo quise es lo que fui, y lo que fui es lo que quise”. Buena cura para el resentimiento. Feliz de sí sin nada, pobre de espíritu, es la pobreza del que vive de tal manera que ignora que vive para sí, para la verdad o para Dios.

No se trata del `conócete a ti mismo´, para Eckhart en todo caso la frase es `tómate en serio´. Llegar al modo sin modo, al modo de no haber nacido, a creer en Dios como en el verbo no dicho. Un fruto de la nada.

No pensar, dice: “ en la medida en que todavía busca, el intelecto va más allá de los pensamientos. Anda por todas partes y busca, espía por aquí y allí, gana y pierde. Pero por encima de ese intelecto que todavía está buscando, hay otro intelecto que ya no busca más, que permanece su su ser puro y simple, comprendido en esa luz ”.

Los maestros alaban el amor, dice en el Tratado El Ser Separado, “ yo en cambio alabo el ser separado por encima del amor. Ningún salir de sí puede ser tan noble como el permanecer en sí mismo. Alabo también al ser separado ante toda misericordia que no es otra cosa que el salir de sí mismo del hombre hacia las debilidades de sus semejantes. El ser separado permanece vacío y se sostiene en sí mismo y no se deja afligir por nada; pues mientras alguna cosa aflija al hombre, algo no anda bien en él”.

 

Breve Historia de la Filosofía 98

El Doctor Sutil

Con este nombre misterioso se lo llamaba a Duns Scot o Juan Escoto, no el Eriúgena que ya vimos en capítulos anteriores, sino este nuevo monje del siglo XIV. Su sutileza tiene que ver con la dificultad de su prosa que se esmera en sacarle punta a un cabello de ángel. Es un filósofo difìcil de leer y, diría, que su acceso es una tarea frustrante. Me refiero a las dificultades de los hombres comunes, de los lectores cultos también, que no pretenden dedicar sus días a desentrañar ciertas elucubraciones silogísticas de alta complejidad escolástica.

Ocurre que a veces la presencia de un buen comentarista, de un lector esmerado e inteligente, de confianza además, puede orientarnos en la problemática diagramada por el pensador sin que nos trabemos en un renglón para siempre.

Vale la pena, eso sí, echarle al menos alguna mirada al texto original para masticar un bocado del plato perdido y sentir menos culpa por la travesura.

No he llegado a Duns Scot por necesidad académica sino por recomendación de Gilles Deleuze quien en su libro Diferencia y Repetición nos habla del filósofo medieval porque mediante su concepto sobre la univocidad del Ser, sienta un precedente para un filósofo clave en el panteón deleuziano, me refiero a Baruch Spinoza. Rescata la originalidad de sus argumentos inusuales para la tradición a la que pertenece.,

Dice Deleuze en la página 58 de su texto que Duns enuncia y elabora su concepción de un ser unívoco e indiferente en ruptura con el pensamiento analógico, lo que constituye un antecedente de la versión unívoca y afirmativa de Spinoza.

La noción de univocidad no es nada inocente en el drama especulativo. Como se dice con insistencia ante las disputas teológicas entre eruditos medievales: “ esto no es una mera cuestión de palabras”. En realidad lo es, pero son palabras que conducen a otras palabras, y no se sabe en qué últimas palabras se puede llegar a terminar, por ejemplo, en que Dios es doble o triple o pasivo o calculador o que no existe, todas blasfemias.

Por eso la idea de univocidad es delicada, porque no respeta un orden de jerarquías, soslaya la necesaria partición de mundos, se acerca a la misma idea de “inmanencia” que corta los lazos con el más allá y encuentra en una sola dimensión la explicación de un funcionamiento y de un mundo.

Además, “ indiferente”, complicación extrema, ya que en nada se hace responsable del acontecimiento, está más allá de la obra, no juzga ni prejuzga, se deshumaniza al ser y lo que se supone a imagen y semejanza ya no lo es. La ética tiembla.

Para evitar todos estos peligros, los comentaristas cristianos han intentado salvarguardar la dignidad católica del Doctor Sutil, quien emprendió la ardua tarea de recuperar para la cristiandad el verbo especulativo apropiado por los musulmanes.

El cosmopolitismo del al Andalús, promovió las artes y las ciencias, bordando un tapiz greco-árabe que introduce a Aristóteles en los fundamentos de la teología. Avicena es el maestro de Duns, como lo fue Averroes para Santo Tomás, maestros infieles, que obligaban a justificar la Revelación con argumentos con la misma consistencia que los empleados por los enemigos en la fe.

Etiènne Gilson, uno de los lectores ineludibles de la obra de Duns, dice en su Historia de la filosofía medieval, que la condena en el año 1277 del averroísmo, años que separan los escritos de doctor Angélico del doctor Sutil, Tomás de Duns, cambia el derrotero de todo el pensamiento medieval.

Hasta ese momento se suponía que con la Física aristotélica por un lado, y la Revelación, por el otro, narradas y legitimadas por los Padres de la Iglesia, podían sostener el edificio de la cristiandad, pero ese año es clave. Es el anuncio y la convocatoria para que los eruditos cristianos pongan sus manos a la obra, que asuman el fin de la luna de miel entre la filosofía y la teología, y que encuentren el modo de encadenar el Dios cristiano a la necesidad silogística griega, tan hábilmente manipulada por los árabes.

Se trataba, entonces, de robar el fuego griego, apropiarselo, y embestir con la cruz contra la medialuna oriental. Por eso la labor de Scoto fue importante, por su fineza discursiva que ha potenciado su sutileza con la de sus exégetas, sutilezas que intentaremos desbrozar con azada gruesa.
 

Breve Historia de la Filosofía 99

Las esencias metafísicas

La Física aristotélica construye un sistema por el cual se remonta de los efectos a las causas, y de éstas a la Causa última o Motor Inmóvil. Se parte de lo sensible. Pero jamás puede llegarse de lo sensible a lo inmaterial de la Trascendencia divina. Dios no está en la naturaleza, el Motor de Aristóteles sí, por eso peca de panteísmo. No hay acceso directo a lo Último, debemos pasar por mediaciones, es decir por los conceptos, y aún así, el eslabón final puede estar vedado.

Los escolásticos han profundizado su reflexión sobre el lenguaje porque son las palabras con sentido los peldaños de la escalera que une los mundos. Sin embargo, entre la Luz revelada, y la consistencia sensible del mundo físico, no hay un puente que los comunique. El mundo sensible es el del movimiento, el de los accidentes y la sustancia, la potencia y el acto, el otro es el de la transparencia eterna.

Duns instituye el puente y lo llama metafísica. El objeto de la metafísica es el Ser, no el ser sensible ni el ser inmaterial sino lisa y llanamente el Ser. El ser indica la Entidad, la forma más vacía de todas. Si buscamos ascender de un mundo a otro partiendo de lo sensible, nos quedaremos a mitad de camino, debemos dejar el diagrama vertical que nos impide el acceso. Quizas, con otra arquitectura, con un diseño horizontal, transversal, de contigüidad, podamos superar ciertas dificultades.,

¿Hay algo común a todos los seres? ¿ O cada uno de ellos es un singular aislado flotando en la ajenidad cósmica? La respuesta es que hay algo común a los seres y también algo irreductible a los mismos. En lugar de hablar de Dios y de cómo llegar a él a partir de las cosas, empresa de fracaso, seamos extremos: sólo hablemos de las cosas porque son las únicas que existen.

Sólo existen los individuos, pero no todo lo real existe a pesar de ser real.

Para darnos un ejemplo de individuo, hablemos del caballo, el equinus, quien junto con el asinus, el asno, ha servido de ejemplo privilegiado para ilustrar las incomprensibilidades escolásticas.  

Dice Duns que Avicena estableció que las naturalezas no son ni universales ni singulares. Si la naturaleza del caballo fuera universal, no habría caballos particulares. Si fuera singular, no podría haber más que un caballo. La realidad nos muestra que hay muchos caballos, ninguno igual a otro pero todos caballos. Cita de Duns: equinitas est equinitas tantum.

Los escolásticos no conocían el genoma ni el adn, así que debían componer la naturaleza común con la “hecceidad”, es decir el acto último que determina la forma de la especie en la singularidad del individuo.

Gracias a la lectura de Fray Miguel Oromí en su versión y comentario de De Primo Principio de Duns, podemos avanzar algo más. Dice que el objeto de la metafísica no puede suministarlo ni la física ni la revelación. Las esencias metafísicas nos permiten el acceso a la trascendencia gracias a la ayuda brindada por la teología. De este modo podemos superar los límites de la finitud y la contingencia.

¿Cómo opera la metafísica? El campo de la metafísica es lo abstracto, es decir aquello que “ no se ve”. Nuestros conceptos son relatos confeccionados con palabras que vehiculizan sentido. Al no tener conceptos directos sólo podemos aproximarnos al Objeto por medios analógicos, es decir mediante comparaciones entre lo espiritual y lo físico. Esta comparaciones para realizarse con pertinencia tienen un referente común, si no serían “equívocas”. ¿En qué se funda la analogía – pregunta Oromí – entre el mundo físico y el mundo espiritual, si sólo conocemos directamente el mundo físico por abstracciones de lo sensible hacia lo inteligible, y el espiritual por la revelación? Para que estas dos cosas sean análogas, deben tener alguna realidad común, idéntica y unívoca. Debe ser al mismo tiempo neutra, es decir, ni física ni espiritual.

El concepto de ser es el presupuesto de toda ciencia, objeto de la metafísica, indica la Entidad neutra y unívoca. Y aquí aparece Pedro, el invitado de las disquisiones medievales al lado del asno, Petrus, el problema de la petreidad de Pedro. Lo dejamos para el próximo capítulo.
 

Breve historia de la filosofía 100

La desesperación filosófica

El Rosario de la filosofía dice así: todos los hombres son mortales, Sócrates es hombre, Sócrates es mortal.

Para Duns lo único que existe es el término medio del silogismo. Es posible comprobar que Sócrates es un hombre, lo ven y lo saben Jantipa, Platón y Critón. El juicio relaciona cualidades, la humanidad con la finitud, pero las proposiciones adjudican predicados a un número ilimitado de individuos. Por eso un concepto abstracto es universal. Depende de la función relacionante de la mente que configura la extensión del concepto.

Volvamos a Pedro, su petreidad lo define absolutamente ya que es un individuo ( un ser), no así el ser hombre (un ser), ni el ser animal ( un ser). El individuo, la especie y el género, constituyen un orden de diferencias por los cuales hay tres seres de los cuales uno existe y dos son virtuales. Pero los tres tienen Entidad, corresponden al orden del ser. A esto se le llama univocidad del ser, al reconocimiento de la primacía de la comunidad ontológica, al respaldo de la categoría de Entidad como inicial.

Pero ¿ cómo llegamos del orden del Ser a Dios? Por un lado se ha instalado en el orden del lenguaje el orden lógico proposicional, por el otro la necesidad absoluta de las esencias metafísicas. Orden y necesidad le pertenecen a Dios, pero éste no depende de sujeción alguna. Dios es voluntad antes que entendimiento, hace lo que quiere, por ejemplo si quiere crea, si no quiere no crea nada. Creó porque quiso, luego ordenó lo creado. Para Duns, Dios impone su voluntad aunque al mismo tiempo respeta la necesidad de la razón, la posibilidad de inteligibilidad. Dios no puede ordenar que dos más dos sean cinco. ¿Por qué? En realidad no lo sabemos. Los comentadores que hemos consultado, Gilson, Oromí, Harris, Ferrater, Bréhier, no parecen ayudarnos en la tarea y admiten la dificultad.

A veces Duns parece ir para un lado, otras para otro. La cuestión es complicada. Afirmaba Duns que el filósofo musulmán Avicena sabía que Dios es una naturaleza inteligible eterna y de energía infinita, que engendra perpetuamente por una serie de intermediarios jerarquizados el mundo en que vivimos. Pero no supo – recuerda Gilson- que Dios es un infinito positivo en el ser, ni, por consiguiente, que esté presente en todo por su esencia, y que es un agente voluntario y libre, a la vez que una omnipotencia absoluta.

Duns se propuso recorrer el camino que va desde esta Omnipotencia libre y creadora a las causas segundas que unen el tapiz de la realidad. La metafísica debía ser el hilo entre la teología y la física que permitiera semejante juego de abalorios. Por eso, por desear lo imposible, se dice, desesperaba de la filosofía.

Quien no argumenta pierde posiciones, las “credibilia” - el fabulario y la iconografía - son recursos irrisorios, tan sólo “fruibles”, así decian por su cualidad de gozosos, frente a la avanzada especulativa árabe.

Ahora terminemos esta presentación del Doctor Sutil con palabras de su autoría, las hemos extraído de su libro De Primo Principia, Libro I, Distinción II, Número V:

“ Lo que está aquí y no en otro lugar, es finito respecto del lugar. Lo que existe ahora y no en otro tiempo, es finito respecto del tiempo. Lo que hace esto sin hacer otra cosa, es finito en acción. Luego, lo que es este algo sin ser otro, es finito en entidad ”.

Bien, como dice Duns: finito.
 

Breve Historia de la Filosofía 101

La maldición nominalista

Guillermo de Ockham es el más moderno de los filósofos medievales. Posiblemente con Roger Bacon, y otros pensadores que los historiadores pueden mencionar, es el que comparte un sabor actual. Pero su modernidad es más que eso, es posmodernidad, palabra maldita para muchos, confusa para casi todos.

Todo es bla bla, esta aplicación de una onomatopeya a la filosofía, este modo de bautizar una cultura con un bla bla, es lo que está en la base de la ontología de nuestros días, los de la llamada posmodernidad. Se lo llama giro linguístico, la palabra como la morada del ser, el inconsciente estructurado como un lenguaje, el orden del discurso, el fin de los grandes relatos y el inicio de los cortos, la vida como narración, etcétera, etcétera, somos todos hijos de Ockham, el inventor del nominalismo.

¿Qué quieren decir Michel Foucault y Paul Veyne, cuando afirman que son nominalistas históricos? Sostienen que los nombres de la historia, los universales con los que se nombran los acontecimientos, son el resultado de una multiplicidad de singularidades y de prácticas diferenciadas no determinadas por una causalidad vertical sino reticular. Lo que los medievalistas llamaban autonomía de las causas segundas. Siguiendo a Ockham dicen que entre universalidad y contingencia no hay contradicción, que la universalidad no es sinónimo de necesidad. Además, que el Uno es el nombre que se le da a un conjunto, a un agregado, a una cantidad. Para Platón la oveja participaba de la ovejidad, para el nominalista la ovejidad es el nombre ideal que se le da a una única realidad: el rebaño. Existe el rebaño, un nombre de una agrupación de individuos llamados carneros. Ser nominalista es no creer en la existencia – como efectuación de una esencia - de la ovejidad y creer sí en el rebaño, la cantidad de carneros singulares.

Por lo tanto no existen las “especies”, aquel intermediario entre el Creador y las criaturas que mediaba en el orden de la creación. Está Él, allá lejos y desde siempre, y nosotros, aquí, por un tiempo, en el medio de ambos, nada. No hay lugar para el Ángel, el Intelecto Agente, la Forma, la Idea, no existe el universal que haga comprensible el orden del universo y nuestro modo de nombrar.

Para decir oveja hay que saber lo que es la ovejidad, decían los platónicos. Para decir rebaño hay que sustraer lo común de todas las ovejas y luego arrebañarlas por abstracción, insistìan los aristotélicos, hasta que llegó Ockham. Para él, ya en el siglo XIV, decimos oveja porque pensamos oveja, que no es una gallina, no es un cactus, ni es un asno...el animal de la filosofìa medieval.

Si disponemos a tres individuos, a Sócrates, Platón y un Asno, ¿cuáles de ellos se parecen más entre sí?, por supuesto, los dos filósofos son más semejantes entre ellos que con el asno. ¿Demuestra este ejemplo que la especie existe? No, demuestra que las diferencias entre los dos hombres, que les da una identidad como tales, las subsumimos en una sola categoría denominada hombre porque “intuimos” su mismidad. Hay una tensión, un in tendere del alma, dice el estudioso Francisco J. Fortuny, que nos impulsa hacia el afuera.

¿Por qué oveja y no sheep o agneau o piccorino? Ése no es un problema para el inglés de Oxford, la lengua es algo natural, algo mental, y el soplo que la instituye es artificial y no se preocupa por la pluralidad de lenguas. Para él la lengua no es una cosa, es lo que se dice sobre las cosas, este decir que es mútiple y derivada de una sola y supuesta lengua natural. Así lo asegura la investigadora en filosofía medieval Carolina Fernández que define a esta idea como la del isomorfismo entre el modo de funcionamiento de estructuras mentales y linguísticas.

No nos olvidemos que a pesar de su modernidad, Ockham es un franciscano medieval y que cree en Dios, cree en que hay cosas, es decir mundo, y que hay nombres, que ya no son parte de él. El filósofo nominalista inventó las dos arbitrariedades, la de la ciencia y la de la Dios. La ciencia ya no es la sabiduría, no da cuenta de la perfección del cosmos, es un compendio de conocimientos sistemáticos basados en la experiencia y traducidos por el silogismo. La ciencia es responsabilidad exclusivamente humana. Por otro lado, Dios no está sometido a las leyes del mundo, no está preso del silogismo, hace lo que quiere y todo lo puede. El mundo está partido, por eso Ockham ya es moderno.
 

Breve Historia de la Filosofía 102

Pensar es decir

El hecho de que Ockham haya sido un monje franciscano debe haber contribuído a su independencia intelectual. Los franciscanos adoptaron una política prudente respecto del Papado para no ser perseguidos o excluídos de la cristiandad, pero no podían evitar los choques con las autoridades romanas. El papa Juan XXII condenó a Ockham ya que éste empleaba su erudición para demostrar que en las Sagradas Escrituras nada legitimaba la posesión por parte de la Iglesia de los bienes terrenales, y que hasta la misma noción de propiedad no correspondía a ningun precepto divino sino a una circunstancia fortuita derivada del pecado original. Los hombres devinieron propietarios al mismo tiempo que pecadores, pero la propiedad basada en el derecho jurídico nada tiene que ver con los tiempos adámicos, y está circunsctripta a la ley del César. Y, agrega, el mismo Jesús recordó que hay que devolverle al Emperador lo que le corresponde. Este Emperador era Luis IV de Baviera, protector de Ockham.

La política social de los franciscanos – como lo recuerda Graciela J. Fernández en su trabajo La Ley Evangélica, fundamento de la soberanía temporal del Emperador según Guillermo de Ockham – se basa en el ideal de la pobreza y de la vida simple. Junto a otras hermandades como la de los valdenses, cátaros y las beguinas, conformaban un grupo crítico, sumado a las órdenes reformistas de la orden del Císter y los cartujos, que obstaculizaban las ambiciones papales de hacerse dueño legítimo de tierras como heredero de la estructura imperial de la antigua Roma.

Ni la propiedad ni la lengua vienen de Dios ni se justifican en su Ley. Poseer y decir son arbitrariedades humanas. Dios está en otra parte, incognoscible, ajeno a nuestra acción, inconmensurable a nuestro entendimiento.

Hay parentezco ideológico entre los misticismos de la época y el nominalismo, se conectan por polos opuestos. Unos que dicen que nada hay que decir, los otros que sólo puede decirse. Etiènne Gilson recuerda que Ockham llamaba probabiliter opinata a la conveniencia de creer en ciertas cosas. Un anticipo del “como si” de las ficciones de la razón en Kant. Una sospecha metafísica que afirma que nada trascendente es demostrable, que sólo es probable, y que por el momento conveniente. Conviene que Dios sea Uno, Perfecto y Todopoderoso.

“Pensar es decir”, creo que la filosofía occidental encuentra una buena parte de su identidad en esta frase. Desde los tiempos griegos la palabra debía ser exotérica, salir de los templos con sus columnas interiores, hacia el ágora ciudadana de espacios abiertos. El pensamiento es explícito, se debe a la transmisión de un lenguaje común, no existe la idea no dicha ni el pensamiento oculto, ni el germen de una inspiración por nacer. Pensar y decir es lo mismo, se construyen al mismo tiempo, se incitan mutuamente, ya sea en el decir a otro, o decirse al otro sí de nosotros mismos.

Pensar es forma hablada. El flatus vociis de Ockham no es palabra vana, sino vacía, vacia de sustancia trascendente, no hay trasmundo, ni de una verdad Una, es vacía porque es maleable, deformable, utilizable.

Pero hay un arte del habla, lo sabemos desde los griegos, Ockham le agrega el principio de economía, famoso por su nombre: la Navaja, que nada tiene de sangrienta, es una navaja pedagógica que propone que no se deben multiplicar las entidades sin necesidad.

Un afán de precisión, de claridad, de justo razonar.